Colaboración de Paco Pérez
VILLANCICO
DE LA ABUELA
En el pasado, las abuelas contaban a sus descendientes historias
de todo tipo y en los días de Navidad les recordaban el hecho extraordinario con
el que Jesús fue engendrado, alumbrado, perseguido y salvado.
Este texto parece ser que lo cantaban como “villancico”.
San José, viendo que a
la Virgen
el
vientre le aumentaba,
empezó
a sentir celos sin saber qué pasaba.
Habló con el Señor y le dijo:
Dios mío… ¿Qué es
esto?
¡Mi
esposa ha faltado al juramento!
Hizo
su ropa un lío,
ya
se marchaba de la ciudad
y
oyó una voz que le decía:
Dime,
José… ¿Adónde vas?
Al
oír la voz él se quedó paralizado,
descubrió
que venía de un ángel,
el
que le decía poniéndose al lado:
José, deshecha
esos celos injustos
que
de María has tomado.
Ella
está pura, sin mancha, no tiene pecado,
por
eso ha sido elegida por el Padre Eterno
para
que sea la madre del Rey de los Cielos.
Al
llegar al templo él se arrodilló
y
a la Virgen pura le pidió perdón:
¡Perdóname,
Reina entre todas las mujeres
y
bendito es el fruto que en tu vientre tienes!
La
Virgen le contestó con mucho cariño:
¡Qué
felices seremos cuando nazca el Niño!
San José le contestó:
¡Seremos
muy felices cuando nazca el Rey de
los Cielos!
De
Belén van a Egipto
huyendo
del rey Herodes,
en
el camino pasaron
hambre,
frío y calores.
Al
Niño lo llevaban
sin
exponerlo y airearlo
porque
el rey Herodes
ya
quería degollarlo.
Queriendo
descansar
se
ocultaron en un barranco,
cansados
de caminar
y
porque los venían buscando.
Al
niño le cantaban:
Sería
una gran lástima
que
Herodes te encontrara,
les
dijo que te degollaran.
Caminando
hacia adelante,
vieron
a un señor
en
su tierra trabajando
y
la Virgen preguntó:
¿Qué
estás sembrando?
El
labrador le contestó:
Señora,
unas pocas piedras
y
son para otro año.
Dios
lo castigó con tanta piedra,
que ellas fueron multitud
y el haza se le puso con altitud,
tanta que parecía una sierra.
Huyendo
por un camino,
encontraron
a otro señor
y
la Virgen le preguntó:
¿Qué
estás haciendo?
Él
le contestó:
Sembrando
este poco trigo
que
nos pueda alimentar.
La
Virgen le anunció:
Ven
mañana segador,
sin
ninguna detención,
que
ese regalo te hace…
¡Nuestro
Señor Redentor!
Si
por mí vienen preguntando,
tú,
a ellos, les responderás:
Yo
estaba sembrando,
la
planta creció y fruto dio de inmediato.
El
labrador se puso muy contento,
por
la noche a casa regresó,
su
mujer creyó que era un cuento
y
al otro día el trigo ya se secó.
Estaban
segando el trigo,
llegaron
cuatro hombres a caballo
y
a todos le iban preguntando:
¿Vieron
a una mujer, un niño y un viejo?
El
labrador les contestó:
Los
vi pasar por aquí,
cuando
estaba sembrando.
Los
del caballo insistieron:
Buen
hombre, danos de ellos una señal
y
así, nosotros ya te creeremos.
El
labrador los recordó cómo eran, tal cual:
La
mujer es muy bonita,
el
niño parece un sol
y
el hombre me pareció
que
era, unos años, más mayor.
Los
caballistas, al escuchar al labrador,
dos
mil reniegos por su boca echaron
al
saber que no los encontrarían
y
salieron a galope como un ciclón.
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