Colaboración de Paco Pérez
TIEMPO DE PREPARACIÓN Y CAMBIO
La
Cuaresma comenzó tomar forma cuando a
mediados del siglo II d. de C. se fijó un domingo, al que
llamaron de Pascua, para celebrar el
aniversario de la Pasión de Cristo.
La comunidad debía cumplir un “triduo”
en el que “ayunarían” el viernes y el sábado pero no el domingo.
A finales del siglo IV se amplió con
el jueves, día de reconciliación de los penitentes, y más tarde se le añadió la
“Cena Eucarística”. Para que se
cumplieran los cuarenta días de ayuno en la Cuaresma se amplió con el “Miércoles
de Ceniza” y a finales del siglo XI,
al desaparecer la “penitencia
pública”, se estableció la imposición de la ceniza a
todos los fieles.
La
Cuaresma ha ido evolucionando desde
que arrancó buscando que sirviera a los fieles de: Preparación para los que iban a recibir el bautismo, reconciliación de
los penitentes públicos y preparación de la comunidad para la
fiesta de la Pascua.
En
nuestros días la entendemos como el tiempo litúrgico en el que las personas cristianas
debemos vivir de manera diferente, durante esos cuarenta días, su celebración.
Al
finalizar la Cuaresma, si las
personas fuéramos curiosas, reflexionaríamos y podríamos vernos retratadas en
algunas de estas formas de participación: Como espectadores que disfrutamos viendo pasar el espectáculo de los
desfiles procesionales; sintiéndonos muy
felices y emocionadas cuando las
imágenes de nuestras cofradías paseaban
por las calles del pueblo muy acompañadas, luciendo éstas sus mejores sallares
y alhajas mientras las bandas de música tocaban detrás; llorando porque las lluvias no permitieron salir a nuestros pasos o
sufriendo porque el hecho religioso
que vivido nos transportó con el recuerdo hasta la Pasión de Cristo, el acto
más injusto que se pudo cometer con la persona
más justa.
¿Con cuál de estos supuestos nos sentimos
identificados?
Si
partimos de que debemos cambiar pues entonces REFLEXIONAREMOS sobre lo que hacemos, determinaremos qué debemos
cambiar en nuestra actuación y estableceremos un plan que sea real, sencillo y, por consiguiente, realizable.
Durante
muchos años los cumplimientos
cuaresmales estuvieron girando en torno al Ayuno, la Abstinencia,
la Confesión, la Comunión, las Procesiones y alguna que otra tradición ya desaparecida.
Con
el paso de los años el sentimiento
cristiano se viene empobreciendo y relativizando porque damos mucha
relevancia a lo que “no es religión”
y dejamos a un lado la “Verdad” que nos
enseñó Jesús. Ejemplo entendible: No veo razonable que la imagen del Cristo haya desplazado al Sagrario de su lugar.
Dicho
esto, debemos convenir que la contextualización histórica ayuda a comprender la
oficialidad establecida pero corresponde a quienes tienen la responsabilidad de
guiarnos el dar el paso que permita aclarar sin traumas los temas y después
comenzar a cambiar lo que no tiene sentido.
El
ayuno y la abstinencia son normas de la Iglesia
que nunca debieron ponerse. Opino así porque siempre hubo y hay personas que ayunar y abstenerse es lo normal cada
día pero lo que no es normal es que quienes pagaban fueran bendecidos.
En
la “Hoja Parroquial” de esta semana
se nos regala una REFLEXIÓN
interesantísima en la portada con el título de “Ayuno y Abstinencia en CUARESMA”, lo firma “Un seglar misionero”. Lo he mencionado porque actualiza la realidad
de estos temas en nuestros días. Voy a tomarle prestadas sus orientaciones
para cumplir, en nuestros tiempos, con estas normas que aún están vigentes en
nuestra Iglesia Católica:
[ABSTENERSE de
soberbia y de orgullo, de criticar, de mirar sólo por sí mismo, de ansia de poder, de comodidad, dejar el qué
dirán, es decir, de todo aquello que supone impedimentos y trabas
para ser mejores, de todos aquellos
obstáculos que nos impiden ser más
cercanos a nuestros vecinos, a nuestro
prójimo, a reconocer las necesidades
de los demás y no sólo las nuestras.
Y el AYUNO, una forma de controlar nuestros sentidos, nuestras tentaciones, de fortalecer nuestro espíritu, de vencer los placeres que nos esclavizan y nos hacen dependientes de la diversión, de
la comodidad, de la TV, del móvil y de todo aquello que impide relacionarnos
con la familia, con los amigos y con nuestras obligaciones.
El ayuno y la abstinencia tienen sentido
cristiano y somos nosotros los que debemos darle contenido y vigencia.].
También
reflexiona sobre otros dos problemas del cristiano:
1.-
La facilidad que tenemos para hacernos, por comodidad, una religión a nuestra
medida.
2.-
Nos recuerda que la FE se tiene o
no, que no se compra en un mercado y que para mantenerla o hacerle crecer no
hay mejor medicina que cuidarla a todas horas y todos los días.
Si
los fieles tienen que cumplir con el Ayuno
y la Abstinencia pues Jesús, como hombre que fue, también
ayunó y padeció los efectos de las TENTACIONES
que se nos muestran en el evangelio pero pudo vencerlas y triunfar sobre el
mal.
Esta
realidad nos invita a estar vigilantes siempre porque las tentaciones son
variadas y debemos luchar para salir vencedores.
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