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jueves, 27 de junio de 2019

LA LOCURA DE LAS TENDENCIAS


Colaboración de Paco Pérez
LAS MODAS
Hubo un tiempo en el que la “tendencia” dominante en nuestro pueblo era hablar y escribir de manera poco culta pues le dábamos poca importancia al uso incorrecto de las palabras y eso se debía a que el ambiente rural en que convivíamos lo propiciaba. Un tiempo después, cuando mucha gente del pueblo emigró, los villargordeños ya se relacionaron con otras personas, ambientes y culturas en los barrios donde vivían y en el trabajo. Estas circunstancias hicieron que se esforzaran en hablar de manera más correcta pues cuando tenían que hacerlo con otras personas se daban cuenta de los gazapos que cometían al comunicarse.

La aparición de la televisión facilitó que entráramos en contacto diario con programas culturales que ayudaron bastante a cambiar las formas de hablar y comportarse, se viajaba algo a otras ciudades y se comenzó a leer más porque como disminuyó el analfabetismo pues se despertó el amor a la lectura entre los ciudadanos más jóvenes.
La “tendencia migratoria” cooperó a elevar el nivel cultural de manera natural y sin imposiciones pero, a pesar de ello, el complejillo de “hablar finoli” nos hizo comunicarnos sin naturalidad y esas formas postizas nos hicieron crear esta escena cómica:
EN EL BALNEARIO
Una familia de nuestro pueblo, por recomendación médica, fueron a uno para tomar sus agua medicinales y lo hicieron acompañados de su hija, una niña que entonces tenía pocos años.
Unos días antes de emprender el viaje sanador la madre comenzó a preparar a la pequeña para que hablara bien y le dijo:
- Mira, vamos a ir de viaje y estaremos unos pocos días en un lugar que te va a gustar mucho porque en él habrá más niñas con las que jugarás pero ellas, como serán de otras ciudades y nosotros somos de un pueblo pequeño, hablarán muy bien y nosotras lo hacemos nada más que regular.
La hija se quedó mirándola con la boca abierta y le dijo:
- Mama, qué bien me lo voy a pasar allí.
- Hija mía… ¿Has entendido lo que te he dicho?
– Maaama… ¿Qué me has dicho?
– Te he dicho que allí tenemos que hablar más “finoli”.
- ¿Eso qué es?
– Que tenemos que hablar mejor.
Como la niña era muy pequeña pues no entendía a la madre y le dijo:
- Si yo ya hablo muy bien.
Como la madre comprendió a la niña prefirió ponerle un ejemplo:
- Escucha bien lo que te voy a enseñar para cundo estemos allí con esas niña y sus madres… ¡Que no se te olvide!
Esas niñas, cuando llaman a su madre, le dicen… ¡Mamá!
Ahora dilo tú:
- ¡Mamá!
– Muy bien, que no se te olvide.
De vez en cuando fueron repitiendo la práctica de esa y otras palabras hasta que se marcharon al balneario.
Ya llevaban unos días bebiendo las aguas, descansando, tomando  el fresco en el patio y la niña ya jugaba con otras pequeñas. Un día, los padres estaban sentados con otros mayores y vieron venir a su hija corriendo y mientras se acercaba a ellos, desde lejos gritaba a su madre:
- ¡Mamáááán, Mamáááán!
El padre se levantó discretamente, fue a su encuentro, la cogió de la mano y le dijo en silencio:
- Niña, más vale que te calles.
Tuvieron que pasarse muchos años para que las personas de nuestro pueblo normalizaran sus formas de pensar y hablar, las “tendencia” hicieron el resto y nosotros también nos vimos bamboleados por sus efectos:
LOS PANTALONES ROTOS
No sé quién lo inventó pero lo que sí sé es que todo empezó en el S. XX por el uso del pantalón vaquero como una prenda de vestir muy utilizada por los trabajadores pero sólo por ellos. Decayó su uso pronto pero a partir de 1930 se comenzó a crear “tendencia” porque su uso no quedó circunscrito a la clase obrera sino que se generalizó y se utilizó para vestir, después decayó de nuevo su uso y hubo que esperar hasta la década de los años sesenta para que empezaran a aparecer los primeros pantalones rotos o deshilachados pero con poca fuerza.
En la década de los noventa reapareció el invento y esa “tendencia” rarilla se convirtió en moda, bajó de nuevo y a partir del año 2000… ¡BOOM!
Ahora, lo normal es que muchos jóvenes y mayores paguen un dineral por un pantalón que sale de la tienda roto.
Antes, si te hacías un roto en el pantalón pues nuestras madres se quitaban la zapatilla que usaban con suela de goma y nos pegaban algún que otro zurriagazo en los cachetes… ¡Cómo dolían!
Con el paso de los años las madres han pasado de pegar a los hijos por un roto a darles dinero para que se compren pantalones rotos. Un día, como mi madre ya está más cerca de los 95 que de los 94,  pues por culpa de esta “tendencia”, observó que una de sus nietas tenía unos rotos en el pantalón vaquero y le dijo:
- Te compras ayer el pantalón y hoy ya lo tienes roto… ¡Qué poco cuidado tenéis los jóvenes de hoy con las cosas!
Cuando mi sobrina escuchó lo que le decía comenzó a reírse, ella se cabreó y le dijo:
- Anda, quítatelos y me los traes para que les eche un remiendo antes de que venga tu madre y te los vea.
Cuando mi sobrina le explicó que no los habían roto sino que se los había comprado así ella se llevó las manos a la cabeza y exclamó:
- ¡Dios mío, qué locura!

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