Colaboración de Manuel Sánchez García
Era
de noche y más bien tarde,
cuando
escuché una guitarra,
y
es ahí que mi corazón arde,
por
tu ausencia que me agarra,
y
que a gritos me dice: cobarde.
Pero
no era aquella guitarra por verdiales,
como
acostumbraba cuando te llamaba,
pues
a mí me dejaba abierto en canales,
sin
poder decirte lo mucho que te amaba,
e
invitándome a la locura alejada de mis cabales.
Decidí
beberme mi propia sangre sin vida,
pues
gota a gota fui sufriendo y muriendo,
y
mientras me desfallecía, mi piel dolorida,
percutía
como aquella guitarra repitiendo,
día
a día y sueño a sueño: qué poco atrevida.
Ella,
sin alma y sin entrar en razón,
no
le importaba que yo muerto de dolor,
se
me apagara como un reloj mi corazón,
pues
mis ojos nublos borraron su color,
como
se borra un beso al que le falta pasión.
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