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martes, 10 de septiembre de 2019

MUERTE DE AQUEL COBARDE


Colaboración de Manuel Sánchez García

Era de noche y más bien tarde,
cuando escuché una guitarra,
y es ahí que mi corazón arde,
por tu ausencia que me agarra,
y que a gritos me dice: cobarde.

Pero no era aquella guitarra por verdiales,
como acostumbraba cuando te llamaba,
pues a mí me dejaba abierto en canales,
sin poder decirte lo mucho que te amaba,
e invitándome a la locura alejada de mis cabales.

Decidí beberme mi propia sangre sin vida,
pues gota a gota fui sufriendo y muriendo,
y mientras me desfallecía, mi piel dolorida,
percutía como aquella guitarra repitiendo,
día a día y sueño a sueño: qué poco atrevida.

Ella, sin alma y sin entrar en razón,
no le importaba que yo muerto de dolor,
se me apagara como un reloj mi corazón,
pues mis ojos nublos borraron su color,
como se borra un beso al que le falta pasión.


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