Colaboración de Paco Pérez
¡Señor, qué paciencia tienes con las personas!
Tú siempre estás
a nuestro lado ayudándonos y nosotros no te reconocemos lo que nos haces.
Podemos
comprobar lo dicho en ÉXODO 32, 7-8:
[En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
- «Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el
que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había
señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen
sacrificios y proclaman:
"Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de
Egipto."».].
¿Por qué perdieron, y perdemos, la confianza
en Dios tan pronto?
Quienes
no se sienten satisfechos con la vida piensan que les falta todo porque han
perdido el tiempo con lo que hacían, entonces abandonan lo bueno que tenían y se
refugian en aquello que es falso. Instalados en esta nueva situación tocan el
fondo de la destrucción, se dan cuenta tarde de su error, descubren que les han
robado lo más grande que tenían, la libertad,
y que los privaron de conocer la “alegría”
que regala el vivir con sencillez la vida junto a nuestros iguales. Un tiempo
después, cuando ya no tiene arreglo lo que han hecho, ponen los pies en el
suelo… ¿Por qué suceden estas situaciones?
Porque
sufrimos contratiempos en el devenir diario de la vida y es posible que, si no tenemos
principios religiosos fuertes en que apoyarnos nos desanimemos y le demos la
espalda. Suele ocurrir cuando el amor del hombre a Dios no está basado en la comprensión de su grandeza y en el deseo de
seguir a Jesús haciendo lo que nos
enseñó.
Como
solemos tener unos fundamento religiosos que están sujetos con alfileres pues
cuando necesitamos algo de Él recurrimos
al mercadeo, le pedimos que nos ayude y nos comprometemos a darle algo si nos
ayuda… ¿Y si no lo hace qué?
Quienes
actúan así esperan la resolución inmediata de su situación y si un tiempo
después consideran que todo sigue igual pues ya no tienen espera, le reprochan
que no los escuchara, le retiran su confianza y huyen de su lado.
El
silencio de Dios hace que las
personas no lo comprendan pues han sido educadas en la realidad de los hechos
tangibles. Lo lamentable es que Jesús
estuviera aquí y no fuera comprendido ni aceptado por sus contemporáneos…
¿Acaso no fue Él una persona
que
convivió entre ellos haciéndoles cosas buenas y que, a pesar de ello, lo
mataron?
Pablo nos muestra
el camino del verdadero seguimiento en su
relato
sobre cómo fue llamado por Dios. Según
él, es incuestionable que Dios nos
llama a todos porque “no hace acepción
de personas”. Su respuesta a la llamada fue positiva y, con su cambio
radical pasó de perseguidor a servidor, nos confirma que Él siempre está esperando nuestra conversión para acogernos pues la
misión que trajo Jesús fue la de enseñarnos
el camino de la entrega y el perdón.
Los
hombres ponemos barreras a los otros hombres pero queda probado que Dios actúa de manera contraria, allanando
los caminos y derribando las barreras. Leemos Lucas 15, 1-3: [En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los
publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas
murmuraban entre ellos:
- «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.».].
Ellos
elegían con quiénes debían juntarse o comer pero Jesús les enseñó que ese comportamiento no era válido en el Reino.
En la
parábola se nos anima a tener confianza en la resolución de nuestros problemas,
a amar a quienes nos ofenden, a tener capacidad de búsqueda y a estar
preparados para acoger a quienes se van de nuestro lado y después regresan… ¿Nos preocupamos de ayudar y perdonar a
quienes hacen cosas fuera de las normas sociales y familiares?
Normalmente
no y ahí está el grave problema que lleva a las personas a ser injustas con los
desfavorecidos o con los que se saltan las normas legales. Jesús hizo lo contrario de lo que estaba bien visto por la sociedad
pues, para Él, lo importante no es
que nuestras acciones cumplan con las normas sino que sean justas y estén bien
vistas por el Padre.
Pasan
los años y queda demostrado que de poco nos ha servido el ejemplo de vida que
nos regaló Jesús pues los padres,
los hermanos, los familiares y la sociedad no están dispuestos a limar las
asperezas que los enfrentan.
El
padre se alegró de que regresara el hijo, a pesar de lo que hizo, y dio una
fiesta para celebrarlo, el otro hijo se enfadó… ¿Qué postura de las dos se ajusta a los deseos de Dios?
Que
cada cual piense en qué posición se encuentra.
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