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viernes, 17 de julio de 2020

EL “CRISTO DE LA SALUD”


Colaboración de Paco Pérez
RECUERDOS HISTÓRICOS
Capítulo II
La Cofradía del Santísimo Cristo de la Salud, como todo lo de este mundo, también atravesó por momentos de gran fervor y participación y otros en los que perdieron fuerza y la responsabilidad de sacar adelante su funcionamiento quedó reducida durante muchos años a la labor silenciosa de una persona, Don Manuel Navarro Moral “Manolo el Contable”.

No sé cuántos años estuvo desempeñando esa labor pero lo cierto es que cuando las personas actúan como él, sin alardes, los demás se acostumbran a que otros les saquen las castañas del fuego, lo ven como si fuera una obligación de quienes lo hacen y por esa realidad nadie valoró en su momento esa larga dedicación que, hasta julio de 1977, él regaló a la Cofradía, año en que delegó en mí esa responsabilidad por corresponderme ser el Hermano Mayor en 1978. En aquellos años este nombramiento se hacía siguiendo el número de orden que cada cofrade tenía en el libro destinado a tal menester.
Ahora hay un fervor grande y por esa razón si no estuviera bien regulado el protocolo es posible que el llevar los estandartes, las banderas o las varas y los costaleros cargar con la imagen hasta podrían producirse escenas desagradables, es lamentable decir esto pero por desgracia las personas somos así. Si retrocedemos hasta 1978 o fechas anteriores nos encontraríamos con situaciones totalmente contrarias por la escasa participación y lo digo porque viví en primera fila esa experiencia… ¿Por qué ha experimentado la participación cofrade y ciudadana un cambio tan radical en todas las facetas?
Es posible que, cuando la Cofradía comenzó su andadura, el hecho histórico de las curaciones moviera mucho al vecindario y un siglo y medio después ya no se comentara el posible milagro, disminuyera el fervor, nadie quisiera responsabilidades de gestión o cargar como costaleros con el trono el día 25.
¿Es que salía en esa procesión otro Cristo diferente al que habían bajado el día 24 y subirían el 28?
A finales de la década de los sesenta había la costumbre de formar un cortejo con el Hermano Mayor y algún cofrade, Manuel Navarro, el señor Alcalde, la Guardia Civil, los Municipales, algunos miembros de la Comisión de Fiestas, algún vecino y la ocasional “Banda de Música” que organizaba y dirigía en aquellos años D. Santiago MartosSantiagorro”, instrumentista de “Bombo”. Este señor fue una persona muy querida de los villargordeños. Él tenía unas ocurrencias muy graciosas y, además, porque cada año, junto a un pequeño grupo de veteranos músicos, nos aportaban su arte en los actos religiosos y civiles de las Fiestas Patronales de Santiago. Así fue cómo entró a formar parte de nuestra historia cofrade y local.
Recuerdo cómo el Ayuntamiento, en las calurosas noches del mes de julio, los reunía junto a la higuera del viejo “Cine Godoy” para que ensayaran y los camareros de “El Tropezón” procuraban que no les faltara de nada y así, entre pieza y pieza musical, las cervezas fresquitas de “El Alcázar” refrescaban sus gargantas secas de tanto soplar.
La comitiva cofrade mencionada anteriormente recorría las calles escuchando las piezas musicales que interpretaba aquella histórica Banda hasta la casa de la Reina de las Fiestas, allí los recibía acompañada de las Damas de Honor y, a continuación, se dirigían a la Ermita o a la Parroquia, dependía de donde saliera la imagen.
En 1977, el Hermano Mayor encargado de presidir los actos oficiales de la Hermandad durante las Fiestas de Santiago correspondió al cofrade Don Sebastián Lerma MartosEl Fontanero” y ese año fue cuando dejó de salir la procesión del Cristo por la tarde.
El día 25, después de la Fiesta Religiosa matinal en la parroquia, en un restaurante se celebró la tradicional Comida de Hermandad, durante ella se trataron los puntos del “orden del día” propuestos para la Asamblea Anual y, siguiendo el ritual habitual, en ella se nombró el Hermano Mayor del año 1978, Francisco Pérez López.
Una vez acabadas las fiestas patronales el señor Manuel ya comenzaba a mover los hilos para la organización de los actos del año siguiente y, como yo no había estado en la Asamblea, pues me lo comunicó en el primer encuentro casual que tuvimos. Al enterarme me quedé sorprendido porque no la esperaba y, cuando reaccioné, opté por no responderle de inmediato y le pedí que me concediera un tiempo prudencial para hacerlo pues no estaba muy convencido de aceptar.
Cuando hablé con el abuelo Paco se puso muy feliz pues él había bregado durante muchos años para que la Cofradía saliera adelante pero al decirle que todavía no había aceptado se puso muy enfadado y en días posteriores siguió dándome consejos para que aceptara y, la verdad, creo que si no hubiera sido por él mi respuesta hubiera sido negativa… ¡No podía darle ese disgusto a un anciano de noventa años!
Acepté, Manolo se mostró muy contento y acordamos vernos otro día. Ese encuentro lo tuvimos en su domicilio y en la conversación me informó sobre el cometido que me correspondía y del protocolo tradicional que se seguía en los actos religiosos, también me mostró los libros de Actas, Socios y Contabilidad y, por último, me  enseñó los tacos de las “cuotas de socios” que había sin cobrar desde el año “catapún”.
Como colofón, me habló del tiempo que llevaba sacando adelante, casi en soledad, esa responsabilidad; que estaba cansado de hacer esa labor y que consideraba que le había llegado la hora del relevo. Intenté convencerlo de que su experiencia era imprescindible y que ya no estaría solo porque formaríamos una Junta para ayudarle, no lo convencí y en unos minutos pasé de aceptar un cargo por complacer a mi abuelo a quedarme sólo y, además, con la responsabilidad de tener que sustituir a una persona irrepetible que gozaba del respeto y el cariño de todo un pueblo. Me dio unas bolsas para meter la documentación y me marché muy preocupado a mi domicilio.
Lo primero que hice fue comenzar a revisar el libro de socios con vistas a configurar, lo antes posible, una Junta de Gobierno. No fue una tarea fácil porque no encontraba cofrades dispuestos a cooperar pero al final algunos aceptaron, nos constituimos en Junta de Gobierno, provisional, y comenzamos a tener reuniones organizativas.
Han pasado 43 años de los hechos narrados y, la verdad, al no conservar la Cofradía el “Libro de Actas” de entonces, según se me comunicó recientemente, ese hecho incomprensible me impide relacionar los nombres de quienes pusimos las primeras piedras para que el modelo organizativo de entonces avanzara hasta el actual en años sucesivos. El primer reto que nos encontramos fue normalizar el  funcionamiento económico y para ello había que cobrar los impagos, cuotas y pesos, y recuperar el control administrativo de los lampadarios que había en la Ermita con la finalidad de emplear las aportaciones de los fieles en el mantenimiento de ella, decisión que no fue fácil a la hora de aplicarla. Se buscó una familia, Cristo y Juan, ellos se encargaron durante muchos años del cuidado y limpieza de ella. De común acuerdo se estableció para ellos una gratificación y jamás tuvo la Junta, durante sus cuatro años de mandato, un roce con ellos.
El cobro de las cuotas fue laborioso, nos aportó ingresos pero también muchos disgustos porque presentar al cobro lo que no habían pagado en su momento les hacía dudar a ciertos cofrades y nuestra reacción era la lógica, darles los recibos para que pagaran si lo creían conveniente y si no que los rompieran, con los pesos ocurría igual a pesar de ser una promesa.
Con esa actividad económica la cuenta corriente creció y nuestra aportación a la fiesta nos permitió traer de Mancha Real una “Banda de Música”. Los fuegos artificiales de los días 24 y 28 de julio corrían a cargo de la Cofradía y, negociando con el señor Alcalde, conseguimos que el Ayuntamiento pagara los de un día.
Trabajamos como Junta Provisional durante unos meses y, además de las gestiones reseñadas, ideamos un formato que evitara a la Cofradía pasar cada año por lo que vivió el señor Manuel Navarro. Con el nuevo formato la Junta de Gobierno no cesaba en sus responsabilidades, ayudaba al Hermano Mayor y él presidía y tomaba las decisiones que creía oportunas.


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