Colaboración de Paco Pérez
RECUERDOS HISTÓRICOS
Capítulo II
La
Cofradía del Santísimo Cristo de la Salud,
como todo lo de este mundo, también atravesó por momentos de gran fervor y participación y otros en los que perdieron
fuerza y la responsabilidad de sacar adelante su funcionamiento quedó reducida durante
muchos años a la labor silenciosa de una persona, Don Manuel Navarro Moral “Manolo
el Contable”.
No
sé cuántos años estuvo desempeñando esa labor pero lo cierto es que cuando las
personas actúan como él, sin alardes, los demás se acostumbran a que otros les
saquen las castañas del fuego, lo ven como si fuera una obligación de quienes
lo hacen y por esa realidad nadie valoró en su momento esa larga dedicación que,
hasta julio de 1977, él regaló a la Cofradía,
año en que delegó en mí esa responsabilidad por corresponderme ser el Hermano Mayor en 1978. En
aquellos años este nombramiento se hacía siguiendo el número de orden que cada
cofrade tenía en el libro destinado
a tal menester.
Ahora
hay un fervor grande y por esa razón si no estuviera bien regulado el protocolo
es posible que el llevar los estandartes,
las banderas o las varas y los costaleros cargar con la imagen hasta podrían producirse escenas
desagradables, es lamentable decir esto pero por desgracia las personas somos
así. Si retrocedemos hasta 1978 o
fechas anteriores nos encontraríamos con situaciones totalmente contrarias por
la escasa participación y lo digo porque viví en primera fila esa experiencia…
¿Por qué ha experimentado la
participación cofrade y ciudadana un cambio tan radical en todas las facetas?
Es
posible que, cuando la Cofradía
comenzó su andadura, el hecho histórico de
las curaciones moviera mucho al vecindario y un siglo y medio después ya no se
comentara el posible milagro, disminuyera el fervor, nadie quisiera
responsabilidades de gestión o cargar como costaleros con el trono el día 25.
¿Es que salía en esa procesión otro Cristo diferente
al que habían bajado el día 24 y subirían el 28?
A
finales de la década de los sesenta había la costumbre de formar un cortejo con
el Hermano Mayor y algún cofrade, Manuel Navarro, el señor Alcalde, la Guardia Civil, los Municipales,
algunos miembros de la Comisión de
Fiestas, algún vecino y la ocasional “Banda
de Música” que organizaba y dirigía en aquellos años D. Santiago Martos “Santiagorro”,
instrumentista de “Bombo”. Este
señor fue una persona muy querida de los villargordeños. Él tenía unas
ocurrencias muy graciosas y, además, porque cada año, junto a un pequeño grupo
de veteranos músicos, nos aportaban su arte en los actos religiosos y civiles
de las Fiestas Patronales de Santiago. Así fue cómo entró a formar
parte de nuestra historia cofrade y local.
Recuerdo
cómo el Ayuntamiento, en las
calurosas noches del mes de julio, los reunía junto a la higuera del viejo “Cine Godoy” para que ensayaran y los
camareros de “El Tropezón”
procuraban que no les faltara de nada y así, entre pieza y pieza musical, las
cervezas fresquitas de “El Alcázar”
refrescaban sus gargantas secas de tanto soplar.
La
comitiva cofrade mencionada anteriormente recorría las calles escuchando las
piezas musicales que interpretaba aquella histórica Banda hasta la casa de la Reina
de las Fiestas, allí los recibía acompañada de las Damas de Honor y, a continuación, se dirigían a la Ermita o a la Parroquia, dependía de donde saliera la imagen.
En
1977, el Hermano Mayor encargado de presidir los actos oficiales de la Hermandad durante las Fiestas de Santiago correspondió al
cofrade Don Sebastián Lerma Martos “El Fontanero” y ese año fue cuando dejó
de salir la procesión del Cristo por
la tarde.
El
día 25, después de la Fiesta Religiosa matinal en la
parroquia, en un restaurante se celebró la tradicional Comida de Hermandad, durante ella se trataron los puntos del “orden del día” propuestos para la Asamblea Anual y, siguiendo el ritual habitual, en ella se nombró el Hermano Mayor del año 1978, Francisco Pérez López.
Una
vez acabadas las fiestas patronales el señor Manuel ya comenzaba a mover los hilos para la organización de los
actos del año siguiente y, como yo no había estado en la Asamblea, pues me lo comunicó en el primer encuentro casual que
tuvimos. Al enterarme me quedé sorprendido porque
no la esperaba y, cuando reaccioné, opté por no responderle de inmediato y le
pedí que me concediera un tiempo prudencial para hacerlo pues no estaba muy
convencido de aceptar.
Cuando
hablé con el abuelo Paco se puso muy
feliz pues él había bregado durante muchos años para que la Cofradía saliera adelante pero al
decirle que todavía no había aceptado se puso muy enfadado y en días
posteriores siguió dándome consejos para que aceptara y, la verdad, creo que si
no hubiera sido por él mi respuesta hubiera sido negativa… ¡No podía darle ese disgusto a un anciano de
noventa años!
Acepté,
Manolo se mostró muy contento y acordamos
vernos otro día. Ese encuentro lo tuvimos en su domicilio y en la conversación
me informó sobre el cometido que me correspondía y del protocolo tradicional
que se seguía en los actos religiosos, también me mostró los libros de Actas, Socios y Contabilidad y,
por último, me enseñó los tacos de las “cuotas de socios” que había sin cobrar
desde el año “catapún”.
Como
colofón, me habló del tiempo que llevaba sacando adelante, casi en soledad, esa
responsabilidad; que estaba cansado de hacer esa labor y que consideraba que le
había llegado la hora del relevo. Intenté convencerlo de que su experiencia era
imprescindible y que ya no estaría solo porque formaríamos una Junta para ayudarle, no lo convencí y
en unos minutos pasé de aceptar un cargo por complacer a mi abuelo a quedarme
sólo y, además, con la responsabilidad de tener que sustituir a una persona irrepetible
que gozaba del respeto y el cariño de todo un pueblo. Me dio unas bolsas para
meter la documentación y me marché muy preocupado a mi domicilio.
Lo
primero que hice fue comenzar a revisar el libro de socios con vistas a configurar,
lo antes posible, una Junta de Gobierno.
No fue una tarea fácil porque no encontraba cofrades dispuestos a cooperar pero
al final algunos aceptaron, nos constituimos en Junta de Gobierno, provisional, y comenzamos a tener reuniones
organizativas.
Han
pasado 43 años de los hechos narrados y, la verdad, al no conservar la Cofradía el “Libro de Actas” de entonces, según se me comunicó recientemente,
ese hecho incomprensible me impide relacionar los nombres de quienes pusimos
las primeras piedras para que el modelo organizativo de entonces avanzara hasta
el actual en años sucesivos. El primer reto que nos encontramos fue normalizar
el funcionamiento
económico y para ello había que cobrar los impagos, cuotas y pesos,
y recuperar el control administrativo
de los lampadarios que había en la Ermita
con la finalidad de emplear las aportaciones de los fieles en el mantenimiento
de ella, decisión que no fue fácil a la hora de aplicarla. Se buscó una
familia, Cristo y Juan, ellos se encargaron durante
muchos años del cuidado y limpieza de ella. De común acuerdo se estableció para
ellos una gratificación y jamás tuvo la Junta,
durante sus cuatro años de mandato, un roce con ellos.
El
cobro de las cuotas fue laborioso,
nos aportó ingresos pero también muchos disgustos porque presentar al cobro lo que
no habían pagado en su momento les hacía dudar a ciertos cofrades y nuestra
reacción era la lógica, darles los recibos para que pagaran si lo creían
conveniente y si no que los rompieran, con los pesos ocurría igual a pesar de ser una promesa.
Con
esa actividad económica la cuenta corriente creció y nuestra aportación a la
fiesta nos permitió traer de Mancha Real
una “Banda de Música”. Los
fuegos artificiales de los días 24 y 28 de julio corrían a cargo de la Cofradía y, negociando con el señor Alcalde, conseguimos que el Ayuntamiento pagara los de un día.
Trabajamos
como Junta Provisional durante unos
meses y, además de las gestiones reseñadas, ideamos un formato que evitara a la
Cofradía pasar cada año por lo que
vivió el señor Manuel Navarro. Con
el nuevo formato la Junta de Gobierno
no cesaba en sus responsabilidades, ayudaba al Hermano Mayor y él presidía y tomaba las decisiones que creía
oportunas.
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