Colaboración de Paco Pérez
PACIENCIA, ESPERA, ARREPENTIMENTO, CAMBIO…
Las
parábolas eran una forma habitual de ofrecer con sencillez los mensajes a
quienes escuchaban y con ellas se presentaban los problemas habituales que
afectaban a la sociedad pues incluían escenas tomadas de la vida cotidiana.
En
Israel las personas crecían rodeadas
de familiares, amigos y enemigos, un entorno que tenía sus particularidades y del
que no era fácil librarse, y esas realidades les condicionaban el comportamiento
futuro y, a veces, los empujaba a realizar acciones incorrectas contra otras
personas.
La
parábola de la “Cizaña” está
inspirada en esa realidad y nos enseña
que la maldad siempre acecha para hacernos daño y que a pesar
de ello, si nos vemos afectados, deberemos
responder con serenidad, no actuar con ligereza y dejar que pase
el momento primero de ofuscación.
Si
el agricultor hubiera intentado eliminarla de inmediato parte del trigo hubiera
sido arrancado también porque en ese momento no se diferenciaba una planta de
la otra. Con este ejemplo se nos empuja a ser
cautos, a no juzgar de inmediato
y a no condenar porque, a veces, lo
que parece cierto a primera vista después se comprueba que no lo es y quienes
parecen culpables después son inocentes. Por eso no se debe discriminar a nadie
de inmediato sino esperar a que se nos muestre cómo es, reaccione bien si está
equivocado, cambie de conducta y entonces pueda ser perdonado.
La
mostaza nos ayuda a entender que la
pequeñez no es un problema para Dios,
podemos ser pequeños en el campo de
la fe pero si mostramos el deseo de
avanzar siempre podremos crecer hasta unos niveles impensables porque la fe actúa como la levadura y nos hará crecer en la espiritualidad.
La
grandeza de Dios es máxima pero, a
pesar de ello, debemos reconocerle que cuando tiene que corregir las acciones
incorrectas de los que se desvían no les responde con castigos porque Él siempre actúa con indulgencia, justicia, bondad y humanidad, dando a los infractores la esperanza de que tendrán la oportunidad de rectificar sus errores.
Las
personas tenemos nuestras debilidades, por ellas no sabemos conducirnos y
culpamos a Dios de lo que nos ocurre pero el Espíritu siempre está a nuestro lado, aunque creamos que no, para
interceder por nosotros ante el Padre
y ayudarnos.
Si
somos capaces de mirar en el interior de nuestros corazones sabremos escuchar
sus deseos y reconducir nuestros pasos porque… ¿De dónde podrían salir nuestros buenos sentimientos u obras si Él no
estuviera siempre a nuestro lado?
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