Colaboración
de José Martínez Ramírez
Él
le regaló con perlas del mar
un
corona de espigas sureñas.
Todas
las lunas del espacio sideral
la
mar y más besos que estrellas.
Era
más rojizo de lo normal
aquel
atardecer de primavera,
el
aire dormido en crema de azahar,
la
luz unos ojos que sueñan
cabriolas
de golondrinas sin par,
en
círculo vuelan las cigüeñas.
Dibujan
en el cielo sobre el mar
corazones,
y ardientes velas,
besos
desmayados al compás
de
aquella guitarra eléctrica,
olas
de espuma del mar
que
alejan los peores problemas.
Una
hoguera para la oscuridad
de
las noches que se hacen eternas.
Un
traje vacío para cubrir su felicidad,
nieve
como párpados de tormentas.
Un
páramo sembrado de humildad
ceniza
de agujas pasajeras.
Ella
le dio un beso y nada más.
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