Capítulo V
¿QUÉ SE DEBERÍA HACER Y QUÉ NO?
Colaboración de Paco Pérez
El
señor “Vica” refleja en “EVOCANDO JAÉN” los paseos que daba con
“Cerezo Moreno” por el Jaén viejo y
lamentaba que, poco a poco, la acción destructora de la piqueta había
ocasionado que muchas de las viejas y bellas construcciones pétreas que tanta
belleza regalaron en tiempos pretéritos a la ciudad hubieran desaparecido para
ser sustituidas por otras más modernas y confortables pero también muchísimo
más feas, con esta tendencia ya no se puede percibir en su totalidad el sabor cultural
que le daban esos vestigios del pasado a nuestra capital.
Pues
esa acción devastadora, lenta e invisible, que realiza sobre los ancianos inmuebles
el paso de los años cuando sus propietarios no gastan dinero en su
rehabilitación los lleva al estado ruinoso, si a esa realidad le añadimos el
pasotismo de las instituciones y autoridades por incentivar el mantenerlas en
buen estado mediante normativas y ayudas pues las casonas caen en el siguiente escalón, el deterioro y el estado
ruinoso. Así es como se facilita que la acción de las piquetas les dé la
puntilla, hecho que ocurrió con el poquísimo patrimonio cultural que teníamos en
Villargordo y esa es la razón por la
que esté perdido o muy mal conservado.
Ya
comenté que un día vi a D. Francisco
Cerezo Moreno acomodado en el asiento del conductor de un viejo Seat 600 mientras observaba y plasmaba
en un “cuaderno de dibujo” los elementos decorativos que en forja, piedra y madera todavía
se conservaban en la vieja casa señorial
que había en la calle Granadillos.
Cuando el pintor tomaba esos apuntes, ya había sido partida y vendida a dos
familias diferentes, es decir, ya pertenecía a doña Dulce Moral Lorite y a don Ildefonso
Jiménez García y esposa, todavía
no habían iniciado estos propietarios las acciones de acondicionamiento y por
eso se conservaban aún con los elementos del pasado.
Esa
casona, según Alonso, era la más
antigua del pueblo; noticia que se lo había comentado en más de una ocasión don
Antonio Moral, “Picacho”, y a este señor se lo había contado su abuelo que conocía
muy bien la historia porque su familia había vivido siempre en la calle El Santo.
Un
tiempo después, cuando sus nuevos propietarios tuvieron que meter las piquetas
para acondicionar sus viviendas, esos elementos ornamentales tan valiosos que había
en la fachada, rejas de hierro forjado
en los ventanales y las portadas, desaparecieron porque
quedaban en medio de la línea de partición que estableció el propietario al segregar
las dos partes y venderlas. Una parte se demolió totalmente para levantar una
construcción con estructura de hormigón y la otra se rehabilitó, ya no quedan vestigios
de ese pasado ornamental. Esta es su situación actual:
El
ventanal de hierro forjado que
ocupaba el centro de la fachada encerraba en su interior un hueco que tenía en
ambos lados unas columnas sobre las que se posaba un “frontal triangular” en cuyos picos había unos elementos decorativos
en piedra, los “remates” del conjunto.
Como
pertenecía a los dos propietarios y el Ayuntamiento,
siendo don Pascual Angulo Fernández
nuestro Alcalde en aquellas fechas,
se interesó por esa reja artística y
le fijaron como precio 30 000 pesetas.
Un
tiempo después fue DONADA a la Parroquia
y se colocó en una pared de la nave lateral izquierda, está puesta en la calle Campanas.
Considero
que si las autoridades locales y provinciales se hubieran interesado un poco por
esas portadas que había en esa casona tal vez se hubieran restaurado y
recolocado en otro momento en algún edificio público de nuestra localidad pero la pena es que no
hicieron nada y, por la acción necesaria de las piquetas, se perdieron para la
historia de nuestro raquítico “Patrimonio
Cultural”.
También
es lamentable lo ocurrido en nuestro “Templo
Parroquial” como consecuencia de las
sucesivas restauraciones que se le han realizado pues algunas – está
demostrado- han resultado ser unas auténticas travesuras porque los vestigios
arquitectónicos que tenía quedaron empobrecidos.
Viajemos
hasta esos recuerdos pétreos que
todos conocimos y que el cemento y la cal se han encargado de enterrar pues,
una vez más, en vez de restaurarlas
se recubrieron con cemento y ornamentaron con ladrillo visto, por esa razón ahora transmite la sensación de ser
una construcción moderna.
Así
estaba en el PASADO:
En
el año 1952, los componentes del “Grupo de teatro parroquial”, dirigido
por doña Hispacia Martín Miranda -una
maestra que dejó entre sus alumnas y el vecindario un gran recuerdo- posaron
delante del templo y esa foto nos permite comprobar en nuestros días lo dicho.
Unos
años más tarde, en 1963, tuvimos
como párroco a don Alberto Prieto Pérez, y en 1965 fue destinado a Bailén.
En esos dos años que estuvo entre nosotros abordó la construcción del “Salón parroquial”, anulándose el
espació parroquial que entonces había y que conocíamos como “Lonja”. Una foto con esa obra inacabada
nos sitúa en el estado de conservación arquitectónica que tenía entonces.
Unos
años después seguía así:
Con
don Antonio Garrido Colomina se
realizó la restauración exterior del “Templo
Parroquial” y así es como está actualmente:
En
la calle Marqués de Mondéjar o “El Santo” hay dos casas en las que aún
se puede observar su pasado señorial.
En
el número 15 vivió el señor Braulio
Moral y su esposa Manuela,
terratenientes locales ya fallecidos. Aún se conserva en perfecto estado la portada de la vivienda y es observable
a simple vista la lamentable imagen que dan las puertas metálicas que en su día le pusieron.
En
sentido ascendente, en el número 19, se encuentra una casa que fue propiedad
del señor “Miguelón”. Hace años la
vendieron sus herederos a los padres de dos matrimonios jóvenes: Bartolomé Jiménez y Rosario Mateos y Juan Antonio González y Rosa
Jiménez.
Observemos
la fachada:
Hay
una leyenda popular sobre esa fachada. Si nos ponemos frente a ella observaremos
que en la parte izquierda está vacío el hueco de una hornacina, donde en el pasado hubo una
estatua. Parece ser que se cundió la noticia falsa de que la cabeza era de oro.
Al esparcirse esa simiente floreció el egoísmo y empujó a unos ladrones a
decapitarla aprovechando la complicidad que en aquellos años prestaba la noche
a los delincuentes pues las calles no tenían alumbrado público.
Cuentan
en el pueblo que después la familia retiro
de la hornacina la estatua y de la parte superior del marco de la puerta el
escudo heráldico, también grabado en
piedra, de la familia “Miguelón”. Los
nuevos propietarios lo cubrieron después con ladrillo visto.
En
la piedra que había, y hay aún a la derecha, todavía está visible esta
inscripción: [AÑO DE 1700].
El
número 1 tiene más parecido con una “I” mayúscula que con él y tampoco se
parece a una “L” mayúscula. De ser letra
y no número entonces el mensaje del rótulo cambiaría y sería: [AÑO DEL 700].
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