Colaboración de José Ballesta Sánchez
Quisiera escribir algo sobre José Luis y no sé por dónde empezar. En un principio había pensado comenzar este corto relato comunicando, lleno de orgullo y satisfacción, que yo era muy amigo de él, pero después me he dicho a mí mismo… Bueno, José:
- ¿Y eso qué importancia tiene? ¿Qué tiene de excepción? ¿Acaso no era todo el pueblo su amigo? ¿Acaso él no tenía siempre una sonrisa a flor de labios para todo el que a él se allegaba?
Sobre
las muchas virtudes que este hombre atesoraba, amigo lector, nada nuevo puedo
decirte que tú ya no conozcas. Su bondad, así como el cariño con el que él
trataba a todas las personas son sabidas por todos nosotros. Su corazón era
puro y nunca hizo daño a nadie. Así que no teniendo nada más que añadir os
contaré una anécdota que yo, que fui testigo presencial del hecho, le contaba a
él y le divertía mucho. La escena se escenificó más o menos así: De niños
solíamos jugar a la pelota en su calle, una calle llana y con el suelo de
tierra, como muchas otras en el pueblo por aquellas fechas. Un día, durante el
desarrollo del partido, la madre salió a la puerta de su casa provista de una
silla baja y, tras sentarse en la misma, lo llamó:
-¡¡Niñooo,
José Luííís, vén pacááá!!
José
Luís, que jugaba de portero, abandonó la portería y acudió raudo a la llamada
de su madre. Ésta, aupándolo, lo sentó en su regazo, sacó un pecho, se lo
ofreció al niño y éste se aferró a él como un náufrago a un madero. Nosotros
paramos el partido hasta que volviera pues éramos pocos y uno menos se notaba.
He de decir que José Luis estuvo mamando hasta cerca de los cuatro años y yo
que era unos años mayor que él me acuerdo de ello y deseo aclarar que por
aquellas fechas era frecuente que los niños de pecho rebasaran en dos o tres
años el tiempo de mamar. Una vez que el niño hubo succionado con avidez, todo
cuanto pudo hasta saciarse de la leche materna, se reincorporó de nuevo con rapidez
a su portería, aunque aún venia relamiéndose, y así pudimos continuar con el
partido.
Cuando
a él le contaba esta historia, usando otros términos claro está, se partía de
risa y añadía:
-
Bueno y… ¿Al final quééé? ¿Ganamos el partido o lo perdimos?
Simplemente,
José Luís era… ¡¡Fabuloooso!!
Así que, amigo José Luis, no sé qué más puedo decirte, sólo que guardo un grato recuerdo tuyo y deseo, con todo fervor, que Dios te tenga en su santa gloria.
¡¡HASTA SIEMPRE
QUERIDO AMIGO!!
Muy tierno y bonito!!
ResponderEliminarUna persona integra y con valores.Estaras en un buen lugar al lado del PADRE.
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