Colaboración de Paco Pérez
SER LOS ÚLTIMOS ES EL CAMINO
La
Biblia nos ayuda a conocer a Jesús, a incrementar la
fe y a comprender la aceptación que tenía entre las gentes,
ésta era el fruto de las cosas extraordinarias que hacía:
- Les hablaba de manera sencilla, aunque no tenía estudios, mientras que los escribas sí. Éstos explicaban la Ley razonando con lo que habían aprendido y Él lo hacía con su experiencia de Dios, por esta realidad las enseñanzas de Jesús arrastraban a la gente y los métodos de los otros no.
–
Los escribas no transgredían la Ley, aunque de ello se
derivara un bien para las personas, pero Jesús sí lo hacía cuando no
respetaba el sábado, tocaba a los impuros, comía con los pecadores… Actuaba así
porque deseaba ayudar a quienes
estaban marginados por la sociedad.
–
Su comportamiento rompía los moldes en sus relaciones con los poderes
religiosos, políticos o con los discípulos.
A
pesar de sus continuos ejemplos para hacerse entendible no lo consiguió, los
discípulos tampoco lo comprendieron y por eso comenzaron a despertarse entre
ellos los eternos problemas, tomar posiciones para ocupar puestos de privilegio
y Él les enseñaba lo contrario. Cuando se planteó en el grupo esta
realidad les puso como ejemplo a los niños para hacerles comprender su error y
reconducirlos hacia el buen camino, lo hizo reprochándoles que aquella sociedad
tuviera en tan poca estima a los niños pues eran considerados los últimos y por
eso los colocó Él los primeros.
También
se nos hace visible una realidad de todos los tiempos, las ambiciones que
afloran entre las personas para acceder al poder, entonces éstas rompen la
armonía grupal y cuando esto ocurre lo mejor es apagar el fuego y restablecer
la normalidad. Esto fue lo que hizo Jesús al recordarles sus errores con
la intención paternal de reconducirlos al buen camino.
Cuando
una persona justa intenta ayudarnos lo que debemos hacer es escuchar sus
consejos, después meditar sobre ellos y, finalmente, tomar la decisión
correcta.
Eso
fue lo que hizo Santiago cuando escribió a las comunidades cristianas
para apagar las luchas internas que les impedían funcionar bien. En todos los
tiempos la envidia siempre es una mala simiente, su fruto es la rivalidad
entre las personas y, cuando ésta hace acto de presencia, el mal se
apodera de la comunidad y la convivencia salta por los aires. En cambio, los
mensajes que vienen de Dios son fruto de su sabiduría, no están
contaminados, buscan la comprensión para que reine la paz y nos ayuden a
ser misericordiosos. Quienes siguen sus consejos desean que haya paz y que reine la
justicia.
Cuando
no se escuchan sus consejos el desorden y la violencia originan la
destrucción social.
Todo
esto ocurre porque a Dios hay que pedirle su ayuda, pero sin ser
egoístas. Recordemos que el pueblo errante en el desierto le pidió comida, Él
los escuchó y
les dio el “maná”, pero sólo podían coger lo que necesitaban
para alimentarse cada día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario