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sábado, 18 de septiembre de 2021

LOS PRIMEROS Y LOS ÚLTIMOS

 Colaboración de Paco Pérez

SER LOS ÚLTIMOS ES EL CAMINO

La Biblia nos ayuda a conocer a Jesús, a incrementar la fe y a comprender la aceptación que tenía entre las gentes, ésta era el fruto de las cosas extraordinarias que hacía:

- Les hablaba de manera sencilla, aunque no tenía estudios, mientras que los escribas sí. Éstos explicaban la Ley razonando con lo que habían aprendido y Él lo hacía con su experiencia de Dios, por esta realidad las enseñanzas de Jesús arrastraban a la gente y los métodos de los otros no.

Los escribas no transgredían la Ley, aunque de ello se derivara un bien para las personas, pero Jesús sí lo hacía cuando no respetaba el sábado, tocaba a los impuros, comía con los pecadores… Actuaba así porque deseaba  ayudar a quienes estaban marginados por la sociedad.

– Su comportamiento rompía los moldes en sus relaciones con los poderes religiosos, políticos o con los discípulos.

A pesar de sus continuos ejemplos para hacerse entendible no lo consiguió, los discípulos tampoco lo comprendieron y por eso comenzaron a despertarse entre ellos los eternos problemas, tomar posiciones para ocupar puestos de privilegio y Él les enseñaba lo contrario. Cuando se planteó en el grupo esta realidad les puso como ejemplo a los niños para hacerles comprender su error y reconducirlos hacia el buen camino, lo hizo reprochándoles que aquella sociedad tuviera en tan poca estima a los niños pues eran considerados los últimos y por eso los colocó Él los primeros.

También se nos hace visible una realidad de todos los tiempos, las ambiciones que afloran entre las personas para acceder al poder, entonces éstas rompen la armonía grupal y cuando esto ocurre lo mejor es apagar el fuego y restablecer la normalidad. Esto fue lo que hizo Jesús al recordarles sus errores con la intención paternal de reconducirlos al buen camino.

Cuando una persona justa intenta ayudarnos lo que debemos hacer es escuchar sus consejos, después meditar sobre ellos y, finalmente, tomar la decisión correcta.

Eso fue lo que hizo Santiago cuando escribió a las comunidades cristianas para apagar las luchas internas que les impedían funcionar bien. En todos los tiempos la envidia siempre es una mala simiente, su fruto es la rivalidad entre las personas y, cuando ésta hace acto de presencia, el mal se apodera de la comunidad y la convivencia salta por los aires. En cambio, los mensajes que vienen de Dios son fruto de su sabiduría, no están contaminados, buscan la comprensión para que reine la paz y nos ayuden a ser misericordiosos. Quienes siguen sus consejos desean que haya paz y que reine la justicia.

Cuando no se escuchan sus consejos el desorden y la violencia originan la destrucción social.

Todo esto ocurre porque a Dios hay que pedirle su ayuda, pero sin ser egoístas. Recordemos que el pueblo errante en el desierto le pidió comida, Él los escuchó y les dio el “maná”, pero sólo podían coger lo que necesitaban para alimentarse cada día.

 

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