Colaboración de Francisco Pérez
López
SIN OLVIDARNOS DEL AMOR A LOS INDEFENSOS
Las
personas siempre creyeron en un ser superior y esa creencia hizo que poco a
poco tomaran conciencia de su presencia entre ellas. Cuando llegó el momento, Dios
se manifestó a Moisés en el Sinaí y le entregó los Mandamientos
que guiarían la religiosidad de su pueblo. Cuando bajó, habló al pueblo y
le comunicó que el Señor se los había dado para que los cumplieran
durante toda su vida y así Él les regalaría prosperidad y larga vida. También
les recordó que había un Dios solamente y que a Él todos debían
amar.
Pasaron los años y el judaísmo estableció su modelo religioso con 613 mandamientos y los clasificó en preceptos, lo que debían cumplir, y prohibiciones, lo que nunca debían hacer.
Más
adelante vino Jesús y vivió entre ellos como uno más. Cuando comenzó a
predicar se topó con el rechazo a sus enseñanzas porque el judaísmo los había
educado en una práctica religiosa deformada que estaba alejada del mensaje que Él
predicaba, el amor a Dios y al indefenso. El pueblo se opuso a sus enseñanzas
(amar al prójimo, perdonar…) y a sus buenas acciones (curar a los
enfermos, dar de comer al hambriento…) porque no lo comprendieron y el poder religioso
y el político porque como Él predicaba una doctrina que no
favorecía las prácticas del Templo y ellos obtenían con ellas muchos
beneficios económicos del comercio que había en sus inmediaciones para cumplir con
las ofrendas pues temían perder los ingresos y por esa razón ambos
poderes actuaron de manera coordinada contra Él para manipular al pueblo
en su contra y que todo continuara igual.
Los
contemporáneos de Jesús no comprendieron quién era ni el verdadero
sentido de lo que hacía pero lo más lamentable es que las generaciones posteriores
tampoco hemos sabido interpretarlo correctamente todavía y no nos hemos forjarnos
un correcto compromiso cristiano.
¿Por
qué seguimos sin responderle?
Porque
hemos sido adoctrinados con los mandamientos del Sinaí y los
hechos de Jesús pero se nos enseñaron con una interpretación poco
acertada al insistir en las prohibiciones, como hizo el judaísmo,
y en las consecuencias del pecado. Ese camino originó que, al ser
débiles, pecáramos y creciéramos con un sentimiento de culpabilidad
permanente y teniendo miedo al más allá, sin tener en cuenta que Jesús
enseñó que Dios perdona y acoge con su amor infinito.
También se nos enseñó, y enseña, con la práctica que los actos del templo
(misa, rosario, triduo etc. a los santos, procesiones…) tienen mucha
importancia y las personas, cuando participan, salen muy satisfechas al acabar
esos actos pues consideran que han cumplido con lo que Dios desea que hagan.
¿Qué
solución se nos ofrecía, y ofrece, para recibir el perdón de nuestros pecados y
evitar el Infierno?
Arrepentirnos,
acudir al confesionario para recibir el perdón, cumplir la penitencia y recibir
la Eucaristía.
Antes
nadie se acercaba a recibirla sin haberse confesado y ahora, como ya han
desaparecido los miedos del pasado, nadie debe pecar porque ha decrecido esa
necesidad de confesarse y por esa razón en los bancos quedamos muy pocos, yo estoy
en este grupo minoritario porque considero que dar bandazos no es correcto, es
decir, o la praxis de antes era incorrecta o es la de ahora y por eso prefiero
recibir a Cristo cuando estoy preparado, lo que me enseñaron, y siempre
después de confesarme.
Es
una realidad que los fieles hemos reglado nuestro cumplimiento en asistir
a misa; dar culto a las imágenes en triduos, quinarios,
novenarios o procesiones; no considerar que poner al prójimo en el
centro de nuestra vida es lo prioritario y que no ayudarle en sus necesidades no
tiene importancia pero sí divulgamos sus miserias, sean verdaderas o
falsas; actuamos pensando en nuestros intereses, como si viviéramos
solos en una isla, cuando la realidad es totalmente diferente pues estamos
rodeados de personas que necesitan de nuestro empuje y nosotros del suyo…
Dios, con su
sabiduría, mostró el camino que guiaría a las personas pero las confesiones
religiosas crearon, y crean, un sistema particular y con él restringen
la capacidad de raciocinio y libertad de las personas, así
nos impiden decidir sobre qué debemos hacer y qué no.
En
Hebreos 7, 23-28 se recuerda la evolución que experimentó el sacerdocio. En el A.T.
los sacerdotes, al
ser
mortales, tenían que oficiar cada día para pedir a Dios perdón por sus
pecados y por los de las personas pero cuando vino Jesús cambió ese
planteamiento… ¿Por qué? Porque Él, como no cometió pecado y
es inmortal, no tuvo que oficiar a diario para pedir perdón al Padre
por ellos sino que continúa entre nosotros para escuchar nuestros problemas e
interceder ante Él para que se nos solucionen; aceptó ofrecerse en
sacrificio por los pecados de todos los hombres de todos los tiempos, lo
hizo en un acto único pero fue suficiente y para siempre… ¡Por eso no lo
repite cada día, como hacían los sacerdotes del A.T.!
El
sacerdocio mediador de Cristo nos aclara que la función de los
sacerdotes no tiene nada que ver con la cultura de los pueblos o con
los actos litúrgicos de las confesiones religiosas, por ejemplo,
del judaísmo o cristianismo.
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