Colaboración de Paco Pérez
¿LO HACEMOS?
Elías visitó Sarepta,
una población de Fenicia donde sus habitantes habían sido educados en una
creencia equivocada, el dios Baal les daba las cosechas para que se
alimentaran y el profeta, con el milagro que hizo en presencia de la viuda,
demostró que fue Dios el que hizo que no se agotaran la harina y el
aceite de sus vasijas para premiar la generosidad de aquella señora que compartió
con el profeta la poca comida que le quedaba.
Con esta acción se comprueba que el Señor no abandona a las personas que creen en Él, actúan guiados por sus mandamientos y son empujados a las buenas obras por la fuerza de la fe. También les demostró, con lo sucedido, que los dioses jamás realizan acciones buenas para las personas.
Con
Jesús todo cambió y si establecemos una comparativa lo comprenderemos
todo mejor. El culto que practicaba en el Templo el sumo sacerdote
consistía en entrar en el santuario, construido por los hombres, una vez
al año para ofrecer sangre ajena por las necesidades de los hombres.
Vino Jesús y todo cambió porque no entró cada año donde ellos lo hacían
sino que entró una sola vez y en el cielo, lo hizo para presentarse al Padre
e interceder por todas las personas. De no haberlo hecho así tendría que
haber sufrido las mismas consecuencias dolorosas muchas veces pero con una vez
fue suficiente y por eso la muerte de los hombres también es una. Cuando venga
la segunda vez será para hacer efectiva la salvación de los hombres de todos
los tiempos.
Jesús prevenía a
quienes lo escuchaban sobre el comportamiento de las personas, en especial de
aquellas que adoptan en público posturas estudiadas, ocupan los
primeros puestos y realizan actos generosos para que, quienes
presencian lo que hacen, digan de ellos que son personas buenas y piadosas, los
letrados entraban en ese grupo que Él denunciaba. En
contraposición a ese comportamiento les puso el ejemplo de la viuda que visitó
el Templo, ella dio lo único que tenía y eso tenía mucho más mérito que
aquel que daba mucho porque lo que hacía realmente era dar un poco de lo mucho que
le sobraba.
La
pobreza es una situación en la que viven atrapadas muchas personas por razones
diferentes pero todas tiene algo en común, su origen está en la injusticia
social que se origina cuando los modelos administrativos que rigen
los destinos de los pueblos están inspirados en el egoísmo de las personas
que mueve los hilos de la economía mundial para favorecer los intereses
de los poderosos.
Este
comportamiento es una práctica habitual a pesar de que cada día hay más
personas que son arrastradas a la MENDICIDAD para vivir sin techo
y de las limosnas que reciben.
Esta
realidad siempre estuvo presente en todos los lugares y cuando Jesús
vivía también había muchos mendigos y, sobre todo, en las inmediaciones
del Templo de Jerusalén aunque no se les permitía entrar en él si
tenían ciertas enfermedades. Acudían porque dar limosna era una práctica
contemplada en la religión y los fieles tenían que acudir a él para pagar los
impuestos que les imponían las leyes religiosas para ayudar al mantenimiento
del culto y eso hacía que los mendigos también recibieran de quienes iban a él
pues para los judíos dar limosna era muy importante.
Jesús no se opuso a
la limosna sino a las formas ostentosas que algunos empleaban al
hacerlo pues pretendían que los vieran y que se lo reconocieran. Lo que Él
deseaba es que la limosna se diera para ayudar a resolver una situación
complicada en un momento puntual pero no hacerlo a diario porque ese sistema de
ayudas no resuelve el problema real de la pobreza pero sí oculta la
verdadera causa que lo ocasiona al mantener en funcionando un sistema
administrativo injusto que impide la correcta distribución de la riqueza.
Un sistema de ayudas permanente mantiene al pobre en una situación de
dependencia que no le permite ser libre, progresar y recuperar la alegría, es
decir, así siempre estará encadenado a la indigencia.
Todo
esto ocurre porque el gran problema actual de nuestra sociedad es la forma de
gobernar que nos regalamos al votar, no administran lo ajeno con el rigor que
emplean al cuidar de lo propio. Lo hacen los dirigentes que despilfarran de
manera descarada la riqueza pública y no aprueban programas de gobierno serios
que generen trabajo y bienestar social.
Si
el clero denunciara con valentía lo que está ocurriendo es posible que dejaran
de atacar a Dios y se inspiraran en lo que propone Jesús
entonces tendríamos justicia social y no habría pobres.
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