sábado, 9 de julio de 2022

¿QUÉ PROBLEMAS TENÍAN LOS DE SAMARÍA?

 Colaboración de Paco Pérez

ENEMISTAD Y RECHAZO

Moisés, cuyo nacimiento lo fijan entre 1592 y 1392 a. C., aconsejaba a quienes estaban desterrados en Egipto que escucharan al Señor. Cuando les mostró la Ley les dijo: “Para cumplirla no había que viajar ni al cielo ni más allá de los mares, bastaría con amar al Señor y escucharlo, guardar sus preceptos y mandatos y convertirse de verdad”. Pasaron muchos años desde que les habló así, otros tantos hasta que Jesús comenzó a predicar y, después de su muerte y resurrección, el CAMINO ya quedó acabado y sólo faltaba transitarlo según las indicaciones que Él nos enseñó… ¿Lo estamos recorriendo acertadamente o nos salimos de él con frecuencia?

Si no leemos la Biblia no podemos conocer los fundamentos de nuestra creencia pero si lo hacemos entonces conoceremos mejor al Señor, lo amaremos y nos resultará más fácil cumplir sus preceptos.

Para comprender el evangelio deberemos saber que Palestina, territorialmente, estaba organizada en tres zonas: Judea, Samaría y Galilea. Al estar Samaría en la parte central las personas de los otros lugares, cuando viajaban de una a otra, tenían que pasar por ella. También que, setecientos años antes de Jesús, los asirios invadieron ese territorio, deportaron a gran parte de sus habitantes y después trajeron colonos de Asiria para repoblar el lugar. Esto hizo que se mezclaran los habitantes de Samaría con los colonos y los nacidos fueron una raza mestiza que, además, tenía una gran variedad de creencias religiosas. Estas dos realidades les hicieron sufrir el rechazo de sus vecinos, una actitud injusta, y comenzaron a llamarles “samaritanos”, palabra que para los galileos y judíos significaba bastardos, de ahí la tirantez tan grande que se manifestaban en sus relaciones. Los “samaritanos”, empujados por estas actitudes hostiles, construyeron un templo en el monte Garizim y rivalizó con el de Jerusalén en el culto a Dios. Antes de que naciera Jesús, la situación se agravó cuando el rey de Judea- Juan Hircano- destruyó el templo de Garizim. Esta acción aumentó la tensión entre sus habitantes, hubo disputas y, a veces, acabaron cruentamente.

Cuando Jesús tenía unos nueve años los “samaritanos” devolvieron a los judíos la mala acción que ellos habían recibido porque, los que subieron a Jerusalén en las “Fiestas de Pascua”, profanaron el Templo echando huesos de difunto en él. Esta acción no la perdonaron los judíos y desde entonces las disputas fueron a más, la hospitalidad se perdió, no se saludaban y no acogían en sus casas a quienes eran considerados sus enemigos. Los discípulos de Jesús también rechazaban a los samaritanos pero Él les enseñaba el verdadero camino visitándolos y quedándose durante algunos días entre ellos.

¿Por qué es bueno recordar estas realidades históricas?

Porque nos ayudan a comprender que Jesús actuaba de manera contraria a quienes lo rodeaban. Ellos practicaban el odio y realizaban actos incorrectos contra sus enemigos pero Él no se cansaba de predicarles lo contrario, el perdón y el amor a los demás. Así es como les recordaba Jesús que conocer lo que Dios nos pide no es suficiente pues lo importante es que actuemos correctamente y no que hagamos cosas que van contra su ley.

Nadie tiene que decirnos cada día qué debemos hacer y qué no pues sabemos muy bien cuales son nuestras obligaciones con Dios y el prójimo pero, como somos egoístas, las incumplimos y después nos preocupamos de silenciar la conciencia para que nos deje dormir.

Con la figura del “jurista” se nos muestra una realidad, las personas deben trabajar cada día cumpliendo en el trabajo, la familia, las relaciones sociales, las obligaciones con el Estado, la iglesia, el prójimo… ¿Qué hacemos?

Los incumplimientos humanos son hechos tangibles y, como sabemos que es difícil aprobar esos exámenes, preferimos hablar de lo que no es tangible, es decir, del “más allá” (la preocupación del “jurista”) porque si hablamos del “prójimo”, una realidad tangible, no podemos negar que practicamos una religión de “imágenes”, “procesiones”, “misas” y “rezos personales egoístas” pero con poca o nula preocupación por los necesitados.

Jesús buscó con sus respuestas y preguntas hacía él que, al ser un hombre culto, comprendiera la verdad, cambiara y abandonara su comportamiento “teórico” para ser un hombre “práctico”.

¿Por qué le pedía el “jurista” aclaraciones?

Leemos Lucas 10, 29: [Pero el otro, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:

- Y ¿quién es mi prójimo?].

Porque formaba parte de las etnias que había entonces en el pueblo judío y también se planteaba cuestiones que lo llevaba a rechazar a quienes no fueran de la suya -lo que hacían con los samaritanos”- y por eso se preguntaba si los otros pertenecían o no al pueblo de Dios. Como el deseo de Dios es que no tenemos que hacer acepción de personas pues Jesús le planteó, en la parábola del “Buen Samaritano”, la escena del hombre apaleado, robado, abandonado y atendido para enseñarle quién tuvo un comportamiento correcto con él, al tratarlo como prójimo, y quienes no. También lo hizo para enseñar a las personas de todos los tiempos y ahora lo que nos hace falta es dejar a un lado el teatro y pasar a ser prácticos.

 

 


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