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jueves, 23 de abril de 2015

SEBASTIÁN TIRADO ARANDA, EL AMIGO DE TODOS

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo I

Hace ya algunos años, conocí a una persona que me dejó una huella imborrable y una buena amistad, me refiero a Sebastián Tirado Aranda. Tenía, y tiene además, muchos amigos en nuestro pueblo y lo conocíamos cariñosamente como “el del carrico” o “más y más”, mientras vivió en Villargordo. Los padres tenían una casa en la calle Libertad y todos los años se pasaban entre nosotros unas largas temporadas, solían venir en primavera y se marchaban en otoño.

Su padre, José, nació en Torreblascopedro y venía por Villargordo a caballo, en estas idas y venidas conoció a una señora de aquí, Marina, se ennovió con ella y unos años después se casaron. Las dificultades que en aquellos años tenían todas las familias para vivir con dignidad los empujaron a emigrar a Barcelona para buscar un mejor nivel de vida para sus hijos, tuvieron muchos y el último de la saga fue el inolvidable Sebastián. Éste nació con una minusvalía física que le impide desplazarse caminando y comunicarse con los demás de manera entendible. Por eso tiene que desplazarse en una silla de ruedas eléctrica cuyos mandos son manipulados por él, a pesar de sus limitaciones en los cuatro miembros. Su comunicación con las demás personas era complicada, sobre todo cuando se ponía nervioso. Cuando se ponía así había que pedirle que se tranquilizara y entonces teníamos que estar muy atentos a sus comunicados, le hacíamos preguntas y él asentía o rechazaba con movimientos de cabeza… ¡¡¡Qué feliz se sentía cuando entendíamos lo que quería decirnos!!!
Lo conocí en la sede de la “Peña Madridista” cuando, acompañado de sus padres, iba para presenciar los partidos de nuestro querido Real Madrid, esta escena fue al principio porque cuando se integró con los que íbamos el carro le daba una autonomía grande y ya iba solo.
Presenciamos juntos muchos partidos y me quedaron unos recuerdos de ellos que nunca olvidaré. En un partido donde el resultado era incierto nuestro equipo marcó un gol decisivo y él hizo algo increible… ¡¡¡Se levantó del asiento mientras gritaba el gol!!! Nos dio un susto fenomenal porque estuvo a punto de caerse pero, superado el susto y el peligro, después lo pasamos fenomenal cuando se partió de risa al vernos acudir a él, muy preocupados, para sujetarlo.
En otra ocasión, al finalizar el partido, nos encontramos en una situación comprometida Alonso y yo. Ya se habían marchado todos y esa noche teníamos que llevarlo a su casa los dos porque el carro eléctrico se había averiado y había que retornarlo empujando.
Recuerdo la estampa que se produjo cuando fui a cogerlo para marcharnos y descubrimos que una de las ruedas estaba desinflada, yo le manifesté el problema y él me respondió con gestos que no supe interpretar, seguimos el protocolo habitual que comenté para estos casos y observándolo nos percatamos entonces de que daba cabezazos hacia atrás, miramos y el “carrico” tenía una bolsa y, cuando miramos en ella, descubrimos el significado de su mensaje… ¡¡¡Había una bomba de bicicleta!!!
Los tres respiramos tranquilos, sobre todo nosotros, porque no estábamos acostumbrados a esas dificultades inesperadas. Lo más preocupante de la situación era que el partido había concluido a unas horas avanzadas de la noche, que el local sólo permite, al ser interior, la entrada de vehículos como el averiado y que en ese momento no veíamos la forma de darle solución al problema.
En otro partido todos nos pusimos, por el resultado, muy tensos y él quedó atrapado en una situación de nervios tremenda, tan elevado nivel alcanzó, que no podía controlar la conducción del vehículo al marcharnos y tuve que coger los mandos para poder retornarlo a su domicilio.
Él no era socio de la Peña pero desde el primer momento fue tratado como uno más y por eso le hicimos al local una rampa con obra. A la fiesta anual eran invitados también sus padres, se lo pasaba fenomenal con las bromas de todos los asistentes.
Todos los días sus padres y él no perdonaban las costumbres lugareñas de la liguera, ellos tomaban cerveza “Sin” y Sebastián un refresco, ayudado de una pajita. Más de una vez los acompañé en “Zona 3” y de ellas guardo un recuerdo que no podré olvidar jamás porque era una estampa que reflejaba la imagen de una escena de pájaros en el nido: Unos padres muy ancianos dando a su hijo, que los esperaba con la boca abierta, los aperitivos, lo limpiaban con unas formas maravillosas y él, a continuación, mascaba y bebía con una avidez única. De esta escena recuerdo el sonido que hacía la lata al acabar el líquido… ¡¡¡Qué sorbetones daba sin encontrar respuesta en el contenido!!!
Cuando hacía eso yo le regalaba la expresión típica villargordeña:
- ¡¡¡Estás hecho una máquina de frangollo!!!
Él, al escucharla, se meaba de risa.
Otras veces, antes de que yo le dijera nada, se adelantaba y me dedicaba otra del lugar:
- ¡¡¡Ya puedes guardar alúas en ella!!!
Todos los días recorría el pueblo, incluso cuando llovía lo hacía bajo un paraguas grande que llevaba en la bolsa del carro, esta escena era muy suya. La que también inmortalizó fue la que protagonizaba con su perrilla de pelo marrón al trote junto al vehículo y con la correa amarrada a su muñeca… ¡¡¡Qué tiempos tan felices vivió cuando protagonizaba estas escenas!!!
Recuerdo nuestras conversaciones en las que me comunicaba su tristeza cuando, en noviembre, tenía que regresar a Barcelona y él no querías irse. Cuando le razonaba sobre el porqué de la marcha superaba la crisis, asentía con la cabeza y ya le afloraba aquella angelical sonrisa que configuraba en su cara con la boca de buzón de correos que tiene.
Sus grandes pasiones las practicaba a diario en “Zona 3”: el dominó por las mañanas y el ajedrez por las tardes, sobre todo este último juego.



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