Colaboración de Paco Pérez
Capítulo I
Hace
ya algunos años, conocí a una persona que me dejó una huella imborrable y una
buena amistad, me refiero a Sebastián
Tirado Aranda. Tenía, y tiene además, muchos amigos en nuestro pueblo y lo conocíamos cariñosamente como “el del carrico” o “más y más”, mientras vivió en Villargordo. Los padres tenían una
casa en la calle Libertad y todos
los años se pasaban entre nosotros unas largas temporadas, solían venir en
primavera y se marchaban en otoño.
Su
padre, José, nació en Torreblascopedro
y venía por Villargordo a caballo, en estas idas y venidas conoció a una señora
de aquí, Marina, se ennovió con ella y unos años después se casaron. Las
dificultades que en aquellos años tenían todas las familias para vivir con
dignidad los empujaron a emigrar a Barcelona para buscar un mejor nivel de vida
para sus hijos, tuvieron muchos y el último de la saga fue el inolvidable Sebastián. Éste nació con una
minusvalía física que le impide desplazarse caminando y comunicarse con los
demás de manera entendible. Por eso tiene que desplazarse en una silla de
ruedas eléctrica cuyos mandos son manipulados por él, a pesar de sus
limitaciones en los cuatro miembros. Su comunicación con las demás personas era
complicada, sobre todo cuando se ponía nervioso. Cuando se ponía así había que
pedirle que se tranquilizara y entonces teníamos que estar muy atentos a sus
comunicados, le hacíamos preguntas y él asentía o rechazaba con movimientos de
cabeza… ¡¡¡Qué feliz se sentía cuando entendíamos
lo que quería decirnos!!!
Lo
conocí en la sede de la “Peña Madridista”
cuando, acompañado de sus padres, iba para presenciar los partidos de nuestro
querido Real Madrid, esta escena fue
al principio porque cuando se integró con los que íbamos el carro le daba una
autonomía grande y ya iba solo.
Presenciamos
juntos muchos partidos y me quedaron unos recuerdos de ellos que nunca olvidaré.
En un partido donde el resultado era incierto nuestro equipo marcó un gol
decisivo y él hizo algo increible… ¡¡¡Se
levantó del asiento mientras gritaba el gol!!! Nos dio un susto fenomenal
porque estuvo a punto de caerse pero, superado el susto y el peligro, después
lo pasamos fenomenal cuando se partió de risa al vernos acudir a él, muy
preocupados, para sujetarlo.
En
otra ocasión, al finalizar el partido, nos encontramos en una situación
comprometida Alonso y yo. Ya se habían marchado todos y esa noche teníamos que
llevarlo a su casa los dos porque el carro eléctrico se había averiado y había
que retornarlo empujando.
Recuerdo
la estampa que se produjo cuando fui a cogerlo para marcharnos y descubrimos
que una de las ruedas estaba desinflada, yo le manifesté el problema y él me
respondió con gestos que no supe interpretar, seguimos el protocolo habitual
que comenté para estos casos y observándolo nos percatamos entonces de que daba
cabezazos hacia atrás, miramos y el “carrico”
tenía una bolsa y, cuando miramos en ella, descubrimos el significado de su
mensaje… ¡¡¡Había una bomba de bicicleta!!!
Los
tres respiramos tranquilos, sobre todo nosotros, porque no estábamos
acostumbrados a esas dificultades inesperadas. Lo más preocupante de la
situación era que el partido había concluido a unas horas avanzadas de la noche,
que el local sólo permite, al ser interior, la entrada de vehículos como el
averiado y que en ese momento no veíamos la forma de darle solución al
problema.
En
otro partido todos nos pusimos, por el resultado, muy tensos y él quedó
atrapado en una situación de nervios tremenda, tan elevado nivel alcanzó, que
no podía controlar la conducción del vehículo al marcharnos y tuve que coger
los mandos para poder retornarlo a su domicilio.
Él
no era socio de la Peña pero desde el primer momento fue tratado como uno más y
por eso le hicimos al local una rampa con obra. A la fiesta anual eran
invitados también sus padres, se lo pasaba fenomenal con las bromas de todos
los asistentes.
Todos
los días sus padres y él no perdonaban las costumbres lugareñas de la liguera, ellos tomaban cerveza “Sin” y Sebastián un refresco,
ayudado de una pajita. Más de una vez los acompañé en “Zona 3” y de ellas guardo un recuerdo que no podré olvidar jamás
porque era una estampa que reflejaba la imagen de una escena de pájaros en el
nido: Unos padres muy ancianos dando a
su hijo, que los esperaba con la boca abierta, los aperitivos, lo limpiaban con
unas formas maravillosas y él, a continuación, mascaba y bebía con una avidez
única. De esta escena recuerdo el
sonido que hacía la lata al acabar el líquido… ¡¡¡Qué sorbetones daba sin encontrar respuesta en el contenido!!!
Cuando
hacía eso yo le regalaba la expresión típica villargordeña:
-
¡¡¡Estás hecho una máquina de frangollo!!!
Él,
al escucharla, se meaba de risa.
Otras
veces, antes de que yo le dijera nada, se adelantaba y me dedicaba otra del
lugar:
-
¡¡¡Ya puedes guardar alúas en ella!!!
Todos
los días recorría el pueblo, incluso cuando llovía lo hacía bajo un paraguas
grande que llevaba en la bolsa del carro, esta escena era muy suya. La que
también inmortalizó fue la que protagonizaba con su perrilla de pelo marrón al
trote junto al vehículo y con la correa amarrada a su muñeca… ¡¡¡Qué tiempos tan felices vivió cuando
protagonizaba estas escenas!!!
Recuerdo
nuestras conversaciones en las que me comunicaba su tristeza cuando, en
noviembre, tenía que regresar a Barcelona y él no querías irse. Cuando le
razonaba sobre el porqué de la marcha superaba la crisis, asentía con la cabeza
y ya le afloraba aquella angelical sonrisa que configuraba en su cara con la
boca de buzón de correos que tiene.
Sus
grandes pasiones las practicaba a diario en “Zona 3”: el dominó por
las mañanas y el ajedrez por las
tardes, sobre todo este último juego.
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