Colaboración de José Martínez Ramírez
Yo
soy aquel, a quien nadie
pudo,
jamás, comentarle o preguntarle…
¿Tú
quieres nacer? A quien Dios, en su eternidad,
perdonó
mucho antes de pecar.
Aquel
jinete que cabalga, ceñido,
a
lomos de las utopías de los abismos,
esos
que persiguen los sueños sin fascinar
porque nunca se hacen realidad.
Yo
soy aquel, víctima del cainismo,
que
oculta el manto del bautismo
y
que emerge de azula claridad
como
una isla en mitad del mar,
que
se disuelve bajo el altruismo
del
viento efímero de un seísmo
y
se dirige hacia una luz fatal.
Mi
vida, es un espejismo carnal.
Yo
soy aquel, que agotado del dualismo
que
me dio la vida, se unió al laicismo.
Fuego
contra fuego, siempre desigual
y
rosal contra jazmín, ruido y carnaval.
Me
dejé llevar porque estaba escrito,
así
es que, algunos, me han llamado Pepito.
Como
la mañana, la tarde es desigual
y
teje su manto la noche, de luna imperial.
Yo
soy aquel, que está cansado, frito,
indignado,
cabreado… así que te invito
a
que cuentes tanto chorizo, sin bozal.
Tanto
cabrito, tanto engendro sexual
me
encuentro, cada vez que visito
las
noticias de la mañana, que me felicito
de
no ser como ellos y estar en la semifinal
de
mi vida, que no es mía, ni es ideal.
Yo
soy aquel, que vive kafkiano y maldito
por
un mundo de odio, camino y tránsito.
Donde
éste se recuerda, pecado capital,
más
que la belleza, aunque conyugal.
Soy,
quien rodeado de borregos, grito
intentando
sacar la cabeza donde habito,
siempre
en vano y, aun así, no podemos votar
la
utopía vaginal, la tontura visceral.
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