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jueves, 27 de octubre de 2016

LAS COSAS DE ANA CAÑAS JIMÉNEZ “ANILLA LA DEL KIOSCO”

Colaboración de Paco Pérez
LOS TRAPICHEOS DE JUAN “EL RUBIO LA CHATA”
Capítulo II
En nuestro querido pueblo, como en cualquier otro lugar de nuestra Andalucía, abundan los relatos de todo tipo y, yo me atrevería a afirmar y sin miedo a equivocarme, que los hechos graciosos, si madrugamos por norma, los podemos encontrar amontonados en las esquinas si todavía no han pasado los equipos de limpieza y, sobre todo, si nos damos una vuelta por las tertulias que se organizan todos los días, por la mañana, en los bancos de nuestro “Paseo”.
Ésta no la he encontrado en esos lugares, me fue regalada por la misma persona que otras, Ana Serrano CastilloAnita la Cotota” o “Anita la Taxista”, y lo hizo el mismo día que me narró la de Benigno Agudo y su abuela.
En esta ocasión se repite el local donde se dio la otra representación, el “Kiosco de Anilla”, y, en su escenario, solo repite actuación el personaje central, “Anilla la del kiosco” o “Anilla la de Miguel”.

Viajemos al pasado y recalemos en el día que ocurrieron los hechos:
Era por la tarde y se encontraba Ana Serrano CastilloAnita la Cotota” o “Anita la Taxista” en el “Kiosco”, algo frecuente en ella, acompañando a su querida abuela y ambas disfrutaban mientras charlaban de sus cosas cuando se juntaban porque, eran como dos gotas de agua, aunque el diferencial de años fuera grande. Su felicidad se interrumpió cuando entró en el negocio un señor, se llamaba Juan Jiménez VallecillosEl Rubio la Chata”. 
Éste las saludó muy amablemente, apoyó sus manos en el borde del mostrador, comenzó a mirar con detenimiento las golosinas que Ana tenía en los tarros de cristal o plástico para su buena clientela infantil y, después de unos minutos, cogió una “caracola” – un caramelo de varios colores-, se lo echó a la boca, no dijo nada más y se marchó sin pagar del local.
Cuando salió por la puerta del “kiosco”, como Ana Serrano se dio cuenta de lo que hizo el cliente, le dijo a su abuela:
- Abuela, se hombre se ha ido sin pagar y no le has dicho nada… ¿Por qué?
– Niña, cállate. No digas nada, que sé muy bien lo que hago –le contestó.
- ¿No sé por qué se lo has consentido? – insistió la nieta.
– ¡¡¡Porque trabaja en el Ayuntamiento, coooño!!!
- ¿Y eso que tiene que ver con coger cosas y no pagarlas? – le insistió la niña.
– ¡¡¡Llevas razón pero hay que estar bien con él!!!
Pasó un tiempo y la nieta estaba una tarde de jefa en el “kiosco”, no había clientes pero estaba acompañada por Filomena, una señora muy amiga de la abuela Ana y que también era mayor, ésta vivía en la calle La Libertad, era la esposa de FernandoEl Guarda de la luz” y acompañaba a la abuela con mucha frecuencia. Anita, como era muy inquieta, salió a la puerta del “kiosco” pues llevaba ya algún tiempo dentro y necesitaba dar fuera unos cuantos saltos. Al pisar la acera, vio venir a lo lejos al señor Juan y, como intuyó que podía llegar al “kiosco” de nuevo para coger la “caracola” pues regresó al interior, se metió rápidamente detrás del mostrador y escondió el tarro de las “caracolas” que a él le encantaban.
Efectivamente, entró el señor Juan y emitió un gesto de sorpresa cuando vio que no estaba Anilla y que en su silla estaba sentada Anita “La Cotota”, las saludó y le dijo:
- ¿Dónde está la abuela?
– Ha salido pero da igual, estoy yo.
Entonces él comenzó con su habitual ritual y, mientras paseaba en silencio la mirada por los tarros en busca de su dulce caramelo, Filomena levantó con fuerza la voz y le espetó muy cabreada:
- ¡¡¡Hoy vas a chupar pooollas en vinaaagre!!!
El señor Juan no le contestó, abandonó su búsqueda y salió por la puerta como un postellón.

Cuando regresó Anilla y Filomena le contó lo ocurrido se mearon de risa y después lo pusieron de “hoja perejil”, es decir, como un “guiñapo viejo”.

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