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sábado, 4 de noviembre de 2017

UNA COSA ES LO QUE DECIMOS Y OTRA LO QUE HACEMOS

Colaboración de Paco Pérez
JESÚS LO DECÍA Y LO HACÍA
Jesús nos aconseja tener cuidado con las personas que se comportan como lo hacían los escribas y los fariseos… ¿A quién dirige sus palabras?
A quienes tenían, y tienen, la responsabilidad de enseñar su mensaje y a quienes tienen que recibirlo. En su momento fue Moisés quien recibió ese encargo, después se guiaron por la tradición y en tiempos de Jesús los escribas y los fariseos. Éstos formaban parte de una casta social que estaba muy preocupada por su posición personal, que anteponían sus intereses al bien común, que les gustaba ocupar los primeros lugares, que decían una cosa y después hacían otra… Por su actuación poco recomendable Jesús les recomendaba que hicieran lo que ellos les aconsejaban pero no lo que hacían. Han pasado muchos años desde entonces pero tengo la impresión que todo sigue igual o casi igual… ¿Por qué?

Porque considero que seguimos haciendo lo contrario de lo que Jesús nos enseñó, que no debíamos practicar el comportamiento no imitable de ellos pues así es como cada vez nos alejamos más del mensaje que Moisés recibió del Padre en el Sinaí y, en su lugar, nos abrazamos a cumplimientos que, para mí, no tienen nada que ver con el camino del Reino que allí se nos regaló.
También nos enseña Jesús, con total claridad, que opinar sobre el comportamiento humano equivocado no es ir en contra de nada ni de nadie sino tener el deseo de prevenir a otros sobre la verdadera intención de quienes tienen el legado de gobernar nuestras vidas. Por actuar así a Él lo rechazaron, condenaron y mataron quienes formaban esos grupos de hombres, los mismos que habían adaptado para sus conveniencias el mensaje del Padre, el que divulgaban era el de ellos pero no el de Él. Estos señores daban relevancia a lo que no era importante y de las cosas esenciales de la vida pasaban de largo porque eran personas subjetivas que no habían comprendido la auténtica dimensión del nuevo mensaje que daba Cristo y se creían en posesión de la verdad y del conocimiento profundo de Dios pero la realidad era que caminaban por lo superficial y, por actuar así, se le acercaron para preguntarle con muy mala intención cuestiones tendenciosas. Quienes tienen responsabilidades familiares, religiosas o políticas deben ser objetivos, actuar con justicia tomando como referencia la verdad y evitar la subjetividad para no hacerlo con injusticia o inculcando informaciones o enseñanzas erróneas y tendenciosas. Ellos no buscaban que triunfara la verdad pues sólo estaban interesados en no perder su posición, en ser reconocidos y alabados cuando pasaban, en ocupar puestos de privilegio, en imponer normas pesadas que fueran de obligado cumplimiento para los demás y no para ellos, en consolidar una sociedad con diferencias sociales que los beneficiaban…
Dios siempre se preocupó del hombre y la prueba palpable está en el texto de Malaquías, esos hechos ocurrieron unos quinientos años a.C. y en él el profeta reprende a la clase sacerdotal por el incorrecto comportamiento que había tenido en el cumplimiento de las normas que Dios les estableció y cómo habían arrastrado a ese incumplimiento a otros. En nuestros tiempo también podríamos hablar de comportamientos incorrectos de la clase sacerdotal a la hora de realizar su labor y, sin tener la intención de criticarlos, opino: Si la responsabilidad de laborar por el Reino es de todos la de ellos es mayor y, además, con la obligación de orientar y no la de realizar actuaciones desorientadoras.
El texto del profeta nos actualiza una realidad que, para mí, vale para nuestros días pues la orientación y acción de ellos debe girar sobre “la línea bíblica” y no sobre “las rutinas de la tradición”, las que siendo contrarias a la “Ley de Dios” se siguen manteniendo porque han sido elevadas a la categoría de culto. Para que se me entienda mejor, me refiero a las imágenes y a las procesiones… El que quiera confirmar o rechazar esta realidad que lea Éxodo 20, 1-5:
[Dios habló, y dio a conocer todos estos mandamientos:
Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo.
No tengas otros dioses además de mí.
No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. 
No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación.].
Nuestra actuación cristiana debe consistir en dar culto a Dios, en ser justos con el prójimo y en abandonar todo lo que no es bíblico.
La práctica del mensaje nos la muestra Pablo y en ella nos relata el comportamiento que tuvieron los cristianos de Tesalónica cuando estuvieron allí en labor misionera. Destaca de esa experiencia que el AMOR con que se trataron fue el elemento esencial y el que debe resplandecer siempre en las relaciones de los hombres, sobre todo, si están en misión evangelizadora. No podemos convencer a quienes nos escuchan si tratamos de imponerles nuestras ideas por la fuerza.
Tengamos en cuenta que los tesalonicenses abandonaron los ídolos y abrazaron el cristianismo. El comportamiento que tuvieron ambas partes es el ejemplo que nos debe guiar siempre.















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