Colaboración de Paco Pérez
JESÚS LO DECÍA Y LO HACÍA
Jesús nos aconseja
tener cuidado con las personas que se comportan como lo hacían los escribas y los fariseos… ¿A quién dirige sus palabras?
A
quienes tenían, y tienen, la responsabilidad de enseñar su mensaje y a quienes
tienen que recibirlo. En su momento fue Moisés
quien recibió ese encargo, después se guiaron por la tradición y en tiempos de Jesús
los escribas y los fariseos. Éstos formaban parte de una
casta social que estaba muy preocupada por su posición personal, que anteponían
sus intereses al bien común, que les gustaba ocupar los primeros lugares, que decían
una cosa y después hacían otra… Por su actuación poco recomendable Jesús les recomendaba que hicieran lo
que ellos les aconsejaban pero no lo que hacían. Han pasado muchos años desde
entonces pero tengo la impresión que todo sigue igual o casi igual… ¿Por qué?
Porque
considero que seguimos haciendo lo contrario de lo que Jesús nos enseñó, que no debíamos practicar el comportamiento no
imitable de ellos pues así es como cada vez nos alejamos más del mensaje que Moisés recibió del Padre en el Sinaí y, en
su lugar, nos abrazamos a cumplimientos que, para mí, no tienen nada que ver
con el camino del Reino que allí se
nos regaló.
También nos enseña Jesús, con total claridad, que opinar sobre el comportamiento
humano equivocado no es ir en contra de nada ni de nadie sino tener el deseo de
prevenir a otros sobre la verdadera intención de quienes tienen el legado de
gobernar nuestras vidas. Por actuar así a Él
lo rechazaron, condenaron y mataron quienes formaban esos grupos de hombres,
los mismos que habían adaptado para sus conveniencias el mensaje del Padre, el que divulgaban era el de
ellos pero no el de Él. Estos
señores daban relevancia a lo que no era importante y de las cosas esenciales
de la vida pasaban de largo porque eran personas subjetivas que no habían
comprendido la auténtica dimensión del nuevo mensaje que daba Cristo y se creían en posesión de la
verdad y del conocimiento profundo de Dios
pero la realidad era que caminaban por lo superficial y, por actuar así, se le acercaron
para preguntarle con muy mala intención cuestiones tendenciosas. Quienes tienen
responsabilidades familiares, religiosas o políticas deben ser objetivos,
actuar con justicia tomando como referencia la verdad y evitar la subjetividad
para no hacerlo con injusticia o inculcando informaciones o enseñanzas erróneas
y tendenciosas. Ellos no buscaban que triunfara la verdad pues sólo estaban interesados en no perder su posición, en ser
reconocidos y alabados cuando pasaban, en ocupar puestos de privilegio, en imponer
normas pesadas que fueran de obligado cumplimiento para los demás y no para
ellos, en consolidar una sociedad con diferencias sociales que los beneficiaban…
Dios siempre se
preocupó del hombre y la prueba palpable está en el texto de Malaquías, esos hechos ocurrieron unos quinientos años a.C. y en él el profeta reprende a la clase
sacerdotal por el incorrecto comportamiento que había tenido en el
cumplimiento de las normas que Dios les
estableció y cómo habían arrastrado a ese incumplimiento a otros. En nuestros
tiempo también podríamos hablar de comportamientos incorrectos de la clase
sacerdotal a la hora de realizar su labor y, sin tener la intención de
criticarlos, opino: Si la
responsabilidad de laborar por el Reino es de todos la de ellos es mayor y,
además, con la obligación de orientar y no la de realizar actuaciones
desorientadoras.
El
texto del profeta nos actualiza una
realidad que, para mí, vale para nuestros días pues la orientación y acción de
ellos debe girar sobre “la línea bíblica”
y no sobre “las rutinas de la tradición”,
las que siendo contrarias a la “Ley de
Dios” se siguen manteniendo porque han
sido elevadas a la categoría de culto. Para que se me entienda mejor, me
refiero a las imágenes y a las procesiones… El que quiera confirmar o rechazar esta realidad que lea Éxodo 20, 1-5:
[Dios habló, y dio a conocer todos estos mandamientos:
Yo soy el Señor tu Dios.
Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo.
No tengas otros dioses además de mí.
No te hagas ningún ídolo, ni nada
que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo
en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra.
No te inclines delante de ellos ni
los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los
padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y
cuarta generación.].
Nuestra actuación cristiana debe consistir en dar
culto a Dios, en ser justos con el prójimo y en abandonar todo lo que no
es bíblico.
La
práctica del mensaje nos la muestra Pablo
y en ella nos relata el comportamiento que tuvieron los cristianos de Tesalónica cuando estuvieron allí en
labor misionera. Destaca de esa experiencia que el AMOR con que se trataron fue el elemento esencial y el que debe
resplandecer siempre en las relaciones de los hombres, sobre todo, si están en
misión evangelizadora. No podemos convencer a quienes nos escuchan si tratamos
de imponerles nuestras ideas por la fuerza.
Tengamos
en cuenta que los tesalonicenses
abandonaron los ídolos y abrazaron el cristianismo. El comportamiento que
tuvieron ambas partes es el ejemplo que nos debe guiar siempre.
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