Colaboración de Paco Pérez
Hubo
un momento histórico en el que los dirigentes de Israel lo hicieron muy mal, fueron derrotados por fuerzas
extranjeras y llevados al destierro. El
Señor, que nunca abandona a su
pueblo, actuó con diligencia siendo para sus gentes el buen pastor que no se olvida de aquellos que, por circunstancias diversas,
habían caído en desgracia y se comprometió a defenderlos de quienes fueran
contra ellos. El Señor, aunque les mostró su misericordia, también les dejó
claro que, en el momento final, valorará a cada cual según su actuación y le aplicará
la medida que se hubiera ganado con sus actos.
El
hombre nunca debe perder la confianza en Dios,
aunque las adversidades se le acumulen,
porque Él nunca nos abandona y esa
preocupación se nos muestra en la lectura del SALMO 22:
[El Señor es mi pastor, nada me
falta: en verdes praderas me hace recostar.
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su
nombre.
Preparas una mesa ante mí, enfrente
de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me
acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años
sin término.].
La
desobediencia que Adán y Eva cometieron fue el origen del pecado y por él, después, le vino
al género humano el pasar de una vida ideal a otra llena de penalidades.
San Pablo parte de ahí
y nos recuerda: Por un hombre, Adán,
vino la muerte y por otro hombre, Jesús, nos vino la resurrección.
Si
Adán marcó el inicio de la perdición para los humanos, con Jesús se sientan las bases de nuestra salvación. Para el apóstol queda claro
que la RESURRECCIÓN de Jesús es la muestra de lo que nos
ocurrirá cuando regrese al final de los tiempos, en ese momento los hombres
serán salvados, incluidos los que
murieron a lo largo de los años.
El
momento final ocurrirá cuando los enemigos del Padre estén sometidos, en ese momento Jesús dejará de reinar
entre los hombres, devolverá el Reino
recibido al Padre y así Él también se someterá al Padre.
Debemos
recordar que esta realidad la encontramos en Lucas 23,3, en este texto Pilato
y Jesús mantuvieron este diálogo:
- ¿Eres tú el Rey de los judíos?
Y Jesús respondiéndole,
dijo:
- Tú lo dices.
Entiendo
que se nos habla del momento cumbre de la obra de Dios, cuando los planteamientos
de su proyecto creador han
alcanzado la meta que el Padre le
fijó.
Las
lecturas pueden ser interpretadas desde la realidad
de Jesús o desde la rutina.
¿Somos cristianos de prácticas humanas
rutinarias o realistas como las de Jesús?
La
primera opción es muy cómoda porque no nos obliga a compromisos serios y de
sacrificios personales. La segunda nos lleva a la práctica que Jesús puso en marcha, vivir el día a
día junto a quienes sufren y más necesitan.
Repetir
de nuevo cuales son nuestras rutinas cansaría al lector, sobre todo si
considera que lo que hace es correcto. No debemos olvidar que lo ideal es no
estar conformes con lo que hacemos e intentar mejorar nuestra praxis cristiana…
¿Lo intentamos?
José Antonio
Pagola nos
habla del Reino de Dios y nos ayuda
a caminar por él:
[Todos se encuentran
con un profeta apasionado por una vida más digna, que busca con todas sus
fuerzas que Dios sea acogido y que
su reinado de justicia y misericordia se vaya extendiendo con
alegría.
Jesús no se dedica a exponer a
aquellos campesinos nuevas normas y leyes morales. Les anuncia una noticia:
“Dios ya está aquí buscando una vida
más dichosa para todos. Hemos de cambiar nuestra mirada y nuestro corazón”.].
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