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domingo, 14 de enero de 2018

ESCUCHAR A DIOS Y SEGUIRLE

Colaboración de Paco Pérez
No es tarea fácil. Por las lecturas, podemos comprobar unos modelos diferentes de seguimiento para trabajar por su causa. Uno de ellos es el ejemplo de Samuel, éste fue consagrado desde pequeño al culto del santuario. Allí vivía junto a Elí y éste lo enseñó a identificar la llamada de Dios, se describe en la primera lectura.

Según el contexto histórico de los hechos, la primera capital del Estado de Israel, durante 369 años, fue Silo y en ella se levantó el santuario que acogió el “Arca de la Alianza” y el culto a Dios. Elí era consciente de que las cosas no marchaban bien y por eso veía cercano el final de Silo; esos temores se cumplieron con el consentimiento de Dios pues la maldad de sus hijos era un hecho constatado.
Con la elección del profeta Samuel se inició el camino de intermediación entre Dios y su pueblo, es decir, él les anunciaba con antelación los acontecimientos que les ocurrirían en el futuro, siempre se cumplieron sus anuncios.
Jesús comenzó su manifestación pública y en esa acción podemos comprobar que hay otra forma de seguirle. Con Samuel la llamada fue directa pero con Jesús los elegidos se ven empujados hacia Él por el mensaje de renovación que comenzó a proclamar JuanEl Bautista”, son los casos de Andrés y sus otros discípulos, y los que teniendo inquietudes religiosas conocieron por otros al Mesías y decidieron seguirle hasta el final, aquí entra Pedro, lo siguió por su hermano Andrés.
Éstos, al morir Jesús, siguieron con su labor evangelizadora hasta el final de su vida. Pablo también predicó y formó comunidades cristianas. Un tiempo después se manifestaron problemas en ellas y por eso tuvo que reconducirlos enviándoles cartas para aclararles los malos entendidos surgidos, en este caso escribió a los de Corinto. Ésta era una ciudad en la que sus habitantes vivían en un estado de degeneración enorme y de ahí que Pablo enviara a los cristianos de aquella ciudad la carta 1CORINTIOS 6. 13C-15A. 7-20. En ella los aleccionaba sobre el tema de la “fornicación”, no lo hizo con la intención de establecer prohibiciones sino para corregirles una mala interpretación y para enseñarles qué debían seguir haciendo después de abandonar los viejos comportamientos. Aquellos nuevos cristianos justificaban seguir con sus viejas costumbres “fornicadoras” agarrándose a unas palabras que les comunicó Pablo en una ocasión y que fueron mal interpretadas por ellos: [“Todo me está permitido”].  Con la carta les corrigió ese error aclarándoles en 1CORINTIOS 6:12 el verdadero sentido de ellas: [Hermanos: “Todo me está permitido”, pero no todo es conveniente. “Todo me está permitido”, pero no me dejaré dominar por nada.].
















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