Colaboración de Paco Pérez
No
es tarea fácil. Por las lecturas, podemos comprobar unos modelos diferentes de
seguimiento para trabajar por su causa. Uno de ellos es el ejemplo de Samuel, éste fue consagrado desde
pequeño al culto del santuario. Allí vivía junto a Elí y éste lo enseñó a identificar la llamada de Dios, se describe en la primera
lectura.
Según
el contexto histórico de los hechos, la primera capital del Estado de Israel, durante 369 años, fue
Silo y en ella se levantó el
santuario que acogió el “Arca de la
Alianza” y el culto a Dios. Elí era consciente de que las cosas no
marchaban bien y por eso veía cercano el final de Silo; esos temores se cumplieron con el consentimiento de Dios pues la maldad de sus hijos era un
hecho constatado.
Con
la elección del profeta Samuel se inició el camino de
intermediación entre Dios y su
pueblo, es decir, él les anunciaba con antelación los acontecimientos que les
ocurrirían en el futuro, siempre se
cumplieron sus anuncios.
Jesús comenzó su
manifestación pública y en esa acción podemos comprobar que hay otra forma de
seguirle. Con Samuel la llamada fue
directa pero con Jesús los elegidos
se ven empujados hacia Él por el
mensaje de renovación que comenzó a proclamar Juan “El Bautista”, son
los casos de Andrés y sus otros
discípulos, y los que teniendo inquietudes religiosas conocieron por otros al Mesías y decidieron seguirle hasta el
final, aquí entra Pedro, lo siguió
por su hermano Andrés.
Éstos,
al morir Jesús, siguieron con su
labor evangelizadora hasta el final de su vida. Pablo también predicó y formó comunidades cristianas. Un tiempo
después se manifestaron problemas en ellas y por eso tuvo que reconducirlos
enviándoles cartas para aclararles los malos entendidos surgidos, en este caso
escribió a los de Corinto. Ésta era
una ciudad en la que sus habitantes vivían en un estado de degeneración enorme
y de ahí que Pablo enviara a los cristianos de aquella ciudad la carta 1CORINTIOS 6. 13C-15A. 7-20. En ella
los aleccionaba sobre el tema de la “fornicación”,
no lo hizo con la intención de establecer prohibiciones sino para corregirles una
mala interpretación y para enseñarles qué debían seguir haciendo después de abandonar
los viejos comportamientos. Aquellos nuevos cristianos justificaban seguir con
sus viejas costumbres “fornicadoras”
agarrándose a unas palabras que les comunicó Pablo en una ocasión y que fueron mal interpretadas por ellos: [“Todo me está permitido”]. Con la carta les corrigió ese error aclarándoles
en 1CORINTIOS 6:12 el verdadero
sentido de ellas: [Hermanos: “Todo
me está permitido”, pero no todo es conveniente. “Todo me está permitido”, pero
no me dejaré dominar por nada.].
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