viernes, 5 de enero de 2018

NAVIDAD

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo III
VIAJANDO EN “EL TREN DEL RECUERDO”
¿Por qué tenemos tan maravillosos recuerdos de la celebración navideña de antaño los mayores?
Porque en aquellos años la penuria era tan grande que todo escaseaba, hasta había pocas fiestas. Ahora es todo lo contrario, tenemos la suerte de que hay de todo y casi todos los días celebramos una fiesta, el “Día internacional de…” está tan introducido que ya no hay huecos en el calendario para colocar otro nuevo. No vamos a mencionarlos aquí porque no habría espacio suficiente y porque me opongo a que nos hayamos relativizado tanto que nos volcamos con todas estas cosillas, incluidos los lazos, y le damos la espalda en estas fechas a lo que realmente tendría que ocupar nuestro centro de interés con toda su grandeza: [El recuerdo de que nació un hombre que, a su vez era Dios, que nos enseñó sin violencia el nuevo comportamiento hacía el prójimo, Jesús.].

Pues bien, esta celebración cada vez tiene menos sentido cristiano porque ha aumentado en la sociedad el impacto mundano del “comercio” debido a que éste sólo está interesado en potenciar este nuevo modelo por sus intereses económicos. Los cristianos somos poco creyentes y muy dóciles corderos, tanto, que los comercios nos arrastran con su propaganda, adornos y música a dónde les interesa a ellos. En noviembre ya fue tiempo de música navideña pero… ¿Hemos pensado qué ocurriría si los cristianos nos pusiéramos de acuerdo para no comprar en estas fechas con espíritu compulsivo y sí con humildad?
Ganaríamos todos porque nuestra economía mejoraría al comprar sólo lo esencial, retornaríamos al verdadero sentido del tiempo bíblico navideño, en los hogares flotaría el calor de la familia unida, acudiríamos a los templos parroquiales con verdadero sentimiento cristiano y Jesús, cómo no, se sentiría feliz de recoger los frutos de su siembra. Sé que este planteamiento es una utopía pero considero que debemos luchar para que la comprensión del hecho religioso inspirador mejore y así todo pueda cambiar.
Debemos reconocer que lo que había antes ayudaba, aunque fuera imperfecto, pero lo que tenemos ahora está tirando por tierra la verdad de aquel suceso porque lo hemos convertido en un día de descanso más y, por si no hubiera suficiente con la deriva sufrida, ahora algunas autoridades concretas procuran, por su no creencia, montar manifestaciones sobre el tema que están sirviendo para ridiculizar nuestra creencia al modificar las circunstancias y los hechos que ocurrieron en Belén sobre el “Pesebre”.
En el pasado se montaba en nuestra parroquia con la intención de recrear lo mejor posible cómo fue el lugar donde ocurrió, quienes fueron sus protagonistas, utilizaban recursos ornamentales obtenidos del entorno, hacían muy poca inversión comercial pero lo más importante era… ¡¡¡La ilusión que regalaba!!!
Ahora se hace sin recargo de elementos y con costosas figuras pero, la verdad, sin causar impacto emocional en la feligresía porque en muchas casas, tal vez, haya algunos más costosos y complejos.
Entonces, la noche del 24 las familias se reunían en las casas, cenaban, cantaban, paseaban por las calles canturreando “villancicos” sin temer al frío para pedir en las casas el “aguinaldo”, iban a la “Misa del Gallo” y después continuaban con la celebración. Ahora hay poco ambiente de aquellas características en las familias, en las calles y en el templo. Todavía queda algo en algunas familias pero dentro de no muchos años, cuando desaparezcamos los del DNI arrugado… ¿Permanecerá o desaparecerá la vieja tradición?
Deseo que esta evocación ayude a no olvidar lo que éramos hace unos años, que sirva de siembra, que mejore la situación de nuestra vivencia religiosa y que la celebración tradicional no se pierda.
Para finalizar voy a recordar, brevemente, que en aquellos años de dificultades económicas muchos profesionales editaban unas “Felicitaciones de Navidad y Año Nuevo” y la repartían entre los vecinos… ¿Para qué?
Porque sabían que al entregarlas en las casas las señoras les daban un regalillo.
Un día recordaba con Tomás Lendínez García aquellos inolvidables años de nuestra infancia y juventud, mientras tomábamos nuestra habitual dosis cafetera matinal. En transcurso de ella le pregunté si tenía alguna de aquellas estampas guardada y se comprometió a buscar entre sus archivos. Unos días después me trajo lo pedido y os lo muestro para que los jóvenes conozcan cómo eran.
En las grandes ciudades había muchos profesionales y todos las editaban pero en nuestro pueblo el tema era tan reducido que estos ejemplares eran repartidos sólo por los “serenos” y los “carteros”… ¡¡¡Que disfruten con su recuerdo!!!








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