Colaboración de José Martínez Ramírez
I
Cuando
acabó el verano en el Guadalquivir,
me
quedé solo esperando que tendiera
alguien
su mano y, por la carretera,
que
te fuiste sin apenas volverte y decir,
los
besos que dimos no eran cualquiera…
Tenía
que haber cogido tu mano, tan bella,
para
decirte que este cobarde no sabe mentir.
Que
nada existe si no estás junto a mí.
Después
llegó una larga sombra de tristeza
en
silencio, por las noches, viéndola venir
lenta
y lacerante, a veces, aún se reinventa.
Un
torbellino de polvo y hojas muertas,
sombrías
lágrimas eran el aire que ingerí.
Y
aquí sigo, amada musa, pensando en ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario