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viernes, 10 de mayo de 2019

LA PEÑA “EL CHURRO”


Colaboración de Paco Pérez
VIVENCIAS
CAPÍTULO V
EL CINE DE TERROR
Cuando teníamos unos 16 ó 18 años, fuimos una noche al cine “Cervantes” para ver una película de miedo.
Cuando acabó nos encaminamos las siete amigas hacia la calle “El Pilar” para llegar a nuestras casas a la hora correcta. Íbamos caminando muy juntas porque la película nos había asustado más de la cuenta.

Era invierno, hacía mucho frío, íbamos muy bien protegidas de él con nuestros abrigos largos porque era la última moda, caminábamos enganchadas del bracete de dos en dos, por la acera y con las manos metidas en los bolsillos.
Al pasar por “La Verja”, a Luci La Chica” que iba la última y sola se le ocurrió gritar:
- ¡Que viene el tío de la máscara!
Al escuchar sus gritos todas echamos  correr, tropezamos unas con las otras y Juanita, que llevaba las llaves de su casa en las manos, sacó éstas del bolsillo para defenderse de la caída…
¡Las llaves volaron por los aires y cayeron entre las hierbas que había junto al borde de la acera!
Ésta tenía casi medio metro de altura, Juanita cayó de rodillas y la gabardina de color azul azafata que llevaba puesta se manchó del color verde de la hierba.
Las demás, al presenciar lo ocurrido, en vez de consolarla nos dio por reír y ella se pilló un gran mosqueo, corrió hacia la calle “El Pilar” como una flecha y nosotras seguimos allí riendo sin parar mientras buscábamos sus llaves entre las hierbas, al final las encontramos y se las llevamos a su casa.
El problema nos vino a las demás cuando llegamos a nuestras casas una hora más tarde y nuestros padres nos metieron una buena regañina porque no se creían lo que le dijimos como justificación para llegar tan tarde.
LA ILUSIÓN FEMENINA DE PINTARSE
Eran muy jóvenes cuando comenzaron a interesarse por las pinturas que las señoras mayores se aplicaban en la cara. Al no tener edad para ello pues no se atrevían a plantear este deseo a sus madres pero un día Mari Carmen tuvo una buena idea y nos la comunicó:
- Nos vamos a comprar entre todas una “barra de labios” y un “bote de rímel” para los ojos.
La idea nos encantó y una tarde, de pura casualidad, descubrimos que en el escaparate de Jesús Andrés había expuesto un armario, le tenían abierta una de sus puertas, ésta tenía un espejo y en él encontraron la respuesta adecuada para seguir adelante con su proyecto de pintarse la cara en los días de fiesta.
Cuando tuvieron compradas las pinturas decidieron que el domingo se juntarían en el escaparate de Jesús Andrés.
Ese día estuvieron todas muy puntuales delante de él, por turnos se acercaban hasta el cristal para mirarse mientras se daban los brochazos de pintura, se impacientaban porque no acababan las que estaban trabajando, se empujaban y así la brocha pintaba alguna vez que otra la nariz en vez del ojo, se ayudaban dando los último retoques y, por último, comprobaban cómo se les había quedado la cara.
Cuando todas habían acabado se ponían frente a frente para observarse, se mostraban muy risueñas e ilusionadas y con gran alboroto se marchaban encantadas para “El Paseo”.
Cuando llegaban hasta el mítico lugar villargordeño, cogidas del bracete, se paseaban llenas de ilusión mientras lo recorrían de punta a punta y, al caminar, se pavoneaban mostrando a quienes se fijaban en ellas el magnífico trabajo artístico que habían realizado en sus juveniles rostros gracias al espejo del armario que había expuesto en el escaparate de Jesús Andrés… ¡Qué felices se sentían con lo que habían hecho!
Cuando les llegaba la hora de regresar a casa ya se ponían tristes porque ahora tenían que quitarse las pinturas antes de llegar a casa… ¡Menudo problema se les presentaba cuando tenían que regresar a casa!
Una de ellas, después de que todas dieran su opinión, hizo una propuesta que fue la definitiva: Antes de regresar a nuestras casas nos pasaremos por el “El Pilar Redondo” y allí nos lavaremos las caras hasta dejarlas limpias de tiznajos.
Cuando llovía se formaban charcos en las calles y una noche a una se le ocurrió hacer esta propuesta:
- Esta noche, como hoy ha llovido mucho, vamos a cambiar la costumbre de ir al “Pilar Redondo” y nos vamos a lavar en el primer charco que nos encontremos.
Así estuvieron durante unos cuántos años y, cuando tuvieron edad para salir pintadas de sus casas, ya no tuvieron que recurrir más al armario de Jesús Andrés, a los charcos o a los pilares.
Supongo que todas estas travesuras que realizaron fue por ser tan coquetas desde muy pequeñas o tal vez porque ya les encantaba que les cantaran los mozos esta CANCIÓN.
¡Hagan un CLIC en canción!


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