viernes, 18 de marzo de 2022

LA CUARESMA-3

                                     Colaboración de Paco Pérez

CONVERSIÓN Y ARREPENTIMIENTO

La opresión del poderoso sobre el débil está presente en la historia de todos los pueblos y en la de Moisés.

Él tenía en Egipto todo lo que podía desear una persona pero se puso a favor de su pueblo, huyó y después Dios lo escogió para que los liberara de la esclavitud en que vivían. Las dudas que tuvo fueron porque salvó la vida huyendo del faraón pero el Señor le comunicó sus planes y Moisés, hombre de gran fe, a pesar de conocer los problemas que encontraría, aceptó la misión sin titubear y el Señor le dijo quién era. Al aceptar nos enseña que responder a la llamada de Señor es el camino.

Leemos ÉXODO 3, 14:

[Dijo Dios a Moisés:

- Soy el que soy. Esto dirás a los israelitas: Yo-soy me envía a vosotros.].

Pasaron los años, el Imperio Romano invadió Israel, el pueblo sufrió de nuevo la opresión militar y la injusticia del poder pero no debemos sorprendernos porque Jesús, a pesar de que sus acciones sólo fueron buenos ejemplos de vida, también sufrió las consecuencias del egoísmo que hace actuar a los hombres cuando tienen el poder.

Ese poder ocasionó en el Templo de Jerusalén la muerte de más de seiscientas personas y, según el culto de entonces, ese hecho hizo que la sangre humana derramada se mezclara con las de los animales sacrificados. Lo ocurrido fue considerado por los judíos como un sacrilegio y un castigo de Dios para quienes murieron. Cuando le comunicaron a Jesús lo ocurrido Él les desmontó la creencia equivocada de que murieron porque Dios los había castigado y, además, les recordó las muertes ocurridas en el derrumbamiento de la torre de Siloé. Asoció ambas desgracias para explicarles que Dios no los había castigado porque esas personas eran igual de malas o buenas que quienes no habían muerto. Les hizo esa reflexión para desmontarles las supersticiones que tenían y les advirtió que si no cambiaban tendrían difícil la salvación.

Con la parábola de la higuera nos enseña que debemos ser pacientes, estar vigilantes para comprobar si damos buen fruto y si observamos que no rendimos entonces deberemos ser comprensivos, darnos un margen de confianza para iniciar el camino de la conversión, es decir, arrepentirnos, perdonar y cambiar de comportamiento. Si seguimos igual deberemos pensar que, a lo mejor, no tenemos más oportunidades de cambiar porque nuestra vida no es eterna sino corta.

Lo que Pablo escribió a los corintios es válido para las personas de cualquier época. Lo hizo comparando cómo actuó el Señor con las personas que caminaron por el desierto después de salir de Egipto y lo que nos puede ocurrir en nuestros días. Ellos comieron y bebieron lo que Él les daba pero le protestaron. Les enseñó que hacerlo por un derecho de manera correcta es de justicia pero no lo es cuando recibiendo todos lo mismo unos se comportan con corrección y otros no. Éstos fueron castigados por el Señor para que sirviera de ejemplo a ellos y a las generaciones futuras.

Decir que somos judíos o cristianos no es suficiente, hay hacer cosas distintas de las que hacíamos antes, es decir, implicarnos en lo que Dios desea que hagamos.

¿Qué postura sería la más adecuada?

Preocuparnos de averiguar qué entorpece la convivencia, ayudar a que cambien quienes tienen una mala actitud y concederles, como a la higuera, otra oportunidad.

Debemos aceptar que la solución está en el arrepentimiento y la conversión definitiva pues estar cayendo de manera permanente porque sabemos que Dios es misericordioso no es el camino.

Las muertes del Templo no fueron comprendidas por los judíos y ahora tampoco se comprende que un país invada otro y lo arrase con argumentos irracionales… Sólo nos queda REZAR por los ucranianos y los rusos afectados, AYUDAR a los invadidos, PEDIR a Dios que actúe ayudando a David y haciendo que Goliat decida retirarse para que así acabe el conflicto planteado por Rusia.  

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