viernes, 21 de octubre de 2022

LA ORACIÓN-2

 Colaboración de Paco Pérez

¿CÓMO ORABA JESÚS?

Decimos que ORAR es HABLAR con Dios y por eso me pregunto… ¿Con quienes hablamos a diario? ¿Cómo lo hacemos?

Con la familia, las personas conocidas y sin reglas preestablecidas pero si es con quienes no conocemos ya no lo hacemos igual sino de manera casual, con brevedad o nunca.

Partiendo de estas realidades lo sensato es conocer a Dios muy bien para que nuestra oración cumpla la premisa que la haga viable. A las personas de nuestros días sólo nos queda un camino para conocerlo, leer la Biblia… ¿Por qué?

Porque si nos preocupamos de conocer a Jesús comprobaremos que Él también oraba… ¿Cómo?

Respetaba las formas y tradiciones del judaísmo cuando acudía al templo o la sinagoga. Lo hacía en el campo o en cualquier otro lugar, en soledad, al levantarse, antes de acostarse… Para Él, este era el camino y no las formas que la tradición había acuñado y el pueblo cumplía de manera rutinaria. Cuando Él oraba le hablaba al Padre con naturalidad, como lo hacen las personas que se conocen, es decir, dejando que broten las palabras y los temas como el agua en un manantial.

Quienes profundizan en su conocimiento y deciden seguir su ejemplo, además, hablan con Dios mostrándose humildes y reconociendo los errores que han cometido pero quienes no lo hacen así le presentan en una relación sus buenas obras pues dan por sentado que ellas pesan más que las malas y que Él, ante esa evidencia, no tendrá otra opción que acogerlos en el Reino. Actúan así quienes, cuando están en público, escenifican un comportamiento repleto de acciones con las que puedan confundir a la sociedad para que las vean como buenas y respetables pero… ¿También logran confundir a Dios?

Lo intentan porque conocen poco a Dios y por eso sólo se preocupan de justificarse ante Él cuando oran. Lo hacen hablándole de sus buenas obras, según ellos, y también de las malas que hacen otros, aquellos que la sociedad ha encasillado, subjetivamente, como indeseables o pecadores. Quienes le muestran esos modelos de comportamiento en una comparativa lo que hacen es justificar sus obras ante Dios para que no tenga dudas y les abra las puertas.

Los que la sociedad margina sin fundamento, cuando hablan con Dios, oran de manera diferente, no buscan los lugares primeros y le piden su perdón pero los que van por la vida de buenos le piden el premio gordo.

La postura de Jesús, ante los dos modelos de orantes que suelen presentarse en la vida, queda reflejada en Lucas 18, 14: [Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.].

Quienes confían en la misericordia de Dios se comportan con honestidad siempre y se presentan a Él transparentes.

Un ejemplo claro lo encontramos en Pablo cuando, estando en prisión, le comunicó a Timoteo que estaba próximo el momento de su ejecución y el encuentro con el Padre. A pesar de esa realidad él se mostró tranquilo porque confiaba en poder superar el examen, lo hizo apoyado en que se mantuvo firme en la fe cuando predicaba el Reino aunque al hacerlo cosechara la incomprensión y el abandono. Él justificó su confianza en el Señor afirmando que nunca lo abandonó sino que le dio fuerzas para que continuara en su labor evangelizadora.

Desde el comienzo de los tiempos la postura de Dios con las personas siempre fue la misma, escuchar a quienes le piden su ayuda y mostrarles su misericordia ayudándoles en sus necesidades, sin ocultar la gran debilidad que tenía por los más desfavorecidos.

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