sábado, 19 de julio de 2025

ESCUCHAR A DIOS

 Colaboración de Paco Pérez

SER HOSPITALARIOS

La comunicación entre Dios y las personas siempre existió, lo que cambió fue la forma de manifestarse y nuestras respuestas.

Abraham, un hombre con fe que no fallaba al Señor, fue probado cuando tres personas visitaron su casa. Él salió a su encuentro, les dio la bienvenida, los acogió sentándolos en su mesa, los sirvió y estuvo pendiente de sus necesidades. Ellos, como comprobaron su gran bondad y hospitalidad, antes de despedirse se identificaron al anunciarle que tendría un hijo.

Esta escena muestra cómo nos prueba el Señor, cómo escucha a quienes cumplen y cómo ayuda.

Años después, Jesús y sus acompañantes visitaron la casa de Marta y María, ellas los acogieron y no les importó incumplir la tradición que había de no ser hospitalarias con los hombres, lo hicieron porque Dios así lo deseaba.

Lo hecho prueba que las personas respondemos, ante los mismos temas, de manera diferente… ¿Por qué?

Porque la información recibida no es la misma, porque las interpretaciones que hacemos son distintas o porque las acomodamos a nuestras conveniencias.

Marta dio prioridad a la hospitalidad, que no les faltara nada, pero María sólo se preocupó de escuchar las enseñanzas de Jesús.

Ambos comportamientos fueron buenos porque nos proponen reflexionar sobre qué es lo principal y qué es lo secundario. Las enseñanzas de Jesús eran más importantes que alimentarse porque sus palabras había que escucharlas en aquel preciso momento pero los alimentos sí podían tomarse después.

En nuestros tiempos nos hemos alejado de esos puntos de partida sensatos porque nos preocupamos sólo de acumular materialidad a costa del prójimo, lo perecedero, y dejamos a un lado las cosas de Dios para retomarlas cuando nos acordamos o estamos aburridos.

Pablo, ejemplo de cambio y entrega, escribió estando preso a la comunidad para mostrarles la cara del sufrimiento, no tomarlo como una desgracia sino como la oportunidad que se nos ofrece con él: Tener resignación, confianza y fe en Dios… ¿Por qué?

Porque quienes escuchan las enseñanzas de Jesús, y las meditan, cambian y dan ejemplo.

Él lo hizo y por eso se mostraba contento, pues, aunque le había ocasionado unas dolorosas consecuencias físicas, había aceptado con resignación el sufrimiento al comprender que había contribuido a que la Iglesia continuara la labor de Jesús para poder ser el faro que nos guíe y nos haga no perder la esperanza de estar junto a Él. 

También les recordó que todos debían remar en la misma dirección si querían poner en práctica el plan que Dios  comunicó a los hombres por mediación de Jesús.

Ahora, nuestro camino es cooperar con la Iglesia esperanzados, actuando con ejemplaridad y sin olvidar que si Jesús sufrió ahora también toca sufrir a sus miembros.

 

 

 

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