Colaboración de Paco Pérez
¿ORAMOS CORRECTAMENTE?
El
diálogo entre Abrahán y el Señor nos muestra cómo debe ser el encuentro espiritual
de las personas con Él, una
conversación amigable en la que le expongamos con humildad y confianza nuestros
problemas y nuestras ideas pues sabemos que nos atenderá y será receptivo con nuestras
peticiones de clemencia, paciente porque siempre espera nuestro cambio, bondadoso
porque nos escucha y justo porque no tiene inconveniente en rebajar sus
exigencias antes de emitir su veredicto.
¿Merecemos
que nos trate así?
Creo que no, porque Él lo hace como buen padre y nosotros como si fuera el tendero del barrio… ¿Por qué opino así?
Porque cuando lo buscamos le mostramos nuestra
lista de necesidades materiales
o espirituales, minimizamos nuestros errores,
acabamos pidiéndole su ayuda para nuestra problemática y, normalmente, dejamos
los problemas del prójimo en un segundo plano o ni se los planteamos.
¿Lo hacemos así o no?
Es
posible que todos no oren así, pero muchos sí, y por eso considero que debemos reflexionar
sobre ese modelo para evitar que siga siendo un acto mercantil egoísta en el que
sólo pedimos ayuda para nuestras necesidades y, a veces, hasta nos atrevemos a
proponerle que le pagaremos con demora, es decir, después de haber recibido su
ayuda.
También
hay personas que dirigen sus peticiones a las imágenes que tienen una
particular devoción porque son muy milagrosas y les den solución a sus problemas…
¿Por qué lo hacen así?
Porque
recibieron esa creencia de sus mayores o de la tradición del lugar o porque conocen
poco de las formas de orar que nos
enseñó Jesús.
Una
buena orientación la encontramos en Lucas
11, 9-13: [Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien
pide, recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.].
Jesús también nos enseñó cuándo oraba, cómo
y en los lugares que lo hacía, también nos propuso hacerlo con el Padrenuestro.
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