viernes, 1 de agosto de 2025

EL DINERO

 Colaboración de Paco Pérez

EL ORIGEN DEL MAL

Reflexionar sobre los temas de la vida es bueno, Qohelet lo hacía y, al finalizarlas, siempre acababa decepcionado.

Supongamos que una persona honrada trabaja durante la jornada laboral muy bien, al acostarse planifica mentalmente cómo hacerlo mejor al día siguiente y descansa poco. Un tiempo después, cansado, comprueba que todo sigue igual, medita y, decepcionado, decide que no mereció la pena preocuparse tanto por los temas porque lo que tenemos es fruto de vivir en una sociedad vacía de principios y repleta de injusticias e irresponsabilidades.

Opinan así quienes honradamente luchan por hacer un mundo diferente y mejor pero cuando el interés por lo material se instala en la sociedad las personas se distancian de Dios y, por egoísmo, adoran al dios dinero.

Sucedió en el pueblo judío, ahora en nuestra sociedad y eso prueba que nada ocurre por casualidad. Cambian los tiempos, las personas y los procedimientos administrativos pero el problema siempre es el mismo, el deseo desmedido de poseer.

Jesús conocía esta realidad y por eso respondió y enseñó, con sus vivencias, sobre lo que ocurrió con los hechos del evangelio: Dos hermanos enfrentados por el reparto de la herencia paterna. Como las leyes judías establecían quienes tenían esa responsabilidad lo remitió a ellas porque Él no era la persona adecuada y así nos enseñó que no debemos opinar sobre los asuntos ajenos cuando desconocemos los hechos o no tenemos autoridad para hacerlo.

Sí opinó sobre el origen de estos problemas, el egoísmo desmedido por el dinero, lo que es importante en la vida y qué no y reprochó cómo nos esmeramos en acumular lo perecedero. También afirmó que quienes creen que ahí está la felicidad se equivocan porque no piensan que algún día se irán y lo dejarán todo, que ese día puede presentarse en el momento más inesperado, que iremos a la presencia del Señor y tendremos que rendir cuentas de lo que aquí hicimos con el prójimo y no de lo que poseemos.

Pablo les aconsejaba meditar mirando hacia arriba para que supieran distinguir entre lo que no tiene valor aquí y lo que sí, qué es prioritario y qué no, cambiar los comportamientos equivocados y conseguir instaurar una sociedad igualitaria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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