jueves, 11 de diciembre de 2025

ADVIENTO III-A

 

                       Colaboración de Paco Pérez

TIEMPO DE ESPERA, PAZ Y TOLERANCIA

TEXTOS, para meditarlos:

1ª LECTURA: ISAÍAS 35,1-10

              El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría.

        Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios.

        Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis.»

        Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.

        Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará.

        Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.

SALMO RESPONSORIAL: 145

R. Ven, Señor, a salvarnos.
        El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. R.
        El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. R.
        Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad. R.

2ª LECTURA: SANTIAGO 5.7-10

       Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor.
        El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía.

        Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.

        No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta.
        Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.

EVANGELIO: MATEO 11, 2-11

        En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos:    

        - «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»

       Jesús les respondió:

        - «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia… ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»

        Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:

- «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo?»       

        Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?

        Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti”.

        Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que el Bautista, aunque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él.

REFLEXIÓN:

El pueblo de Israel, invadido por otros pueblos, sufrió el tener que vivir deportado.

En esa lamentable situación, Isaías les recordó las bondades del Señor, les aconsejó que no se desanimaran, tuvieran esperanza, levantaran el espíritu porque Él les ayudaría y porque comportándose así, cuando llegara ese día, ellos estarían preparados para el regreso.

Pasaron los años, el pueblo seguía viviendo esperanzado con la venida del Mesías pero se presentó el Bautista y, con sus formas de hablar y comportarse, les generó unas expectativas positivas muy grandes. Esta realidad inquietó a los gobernantes invasores porque lo consideraron un peligro social, lo metieron en prisión y él, desde ella, envió a sus discípulos a Jesús para que le preguntaran si era el Mesías esperado pero Él les respondió con la prueba irrefutable de lo que hacía: Los ciegos ven, los cojos andan… ¿Necesitaban más pruebas para reconocerlo?

Cuando se marcharon, Jesús les habló de Juan y lo confirmó como el más grande de los profetas nacidos de mujer.

A Juan lo perdió el sentimiento de intolerancia que ahora también nos acompaña, el temor a que otros nos hagan tener que abandonar la situación de poder y comodidad que disfrutamos.

Más adelante, Santiago les recomendó que fueran pacientes con el anuncio de la venida del Señor y les puso como ejemplo las prácticas del agricultor, éste no puede sembrar y al día siguiente ir a recoger la cosecha porque todo necesita tener un tiempo de preparación, cuidados, maduración, espera y recolección.

Igual ocurre con nuestras inquietudes religiosas pues, si somos responsables y por las respuestas que damos, nadie nos tendrá que decir si lo estamos haciendo bien o mal y sí seremos premiados o no.

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