domingo, 10 de mayo de 2015

EL HOMBRE NUEVO

Colaboración de Paco Pérez

La venida de Jesús hizo, entre otras cosas, que su mensaje transmitiera al hombre una forma diferente de abordar los temas de la vida. A esa renovación personal Juan lo llamó "nacer de nuevo" y Pablo "la nueva humanidad o el hombre nuevo". Como es lógico, para que se diera lo que ellos nos proponían sería necesario recibir la fuerza de Dios, se haría por mediación del Espíritu Santo, así el hombre ya podría vivir de la manera que se nos pide.

Queda patente que el hombre, por sí mismo, no puede transformar su ser de la noche a la mañana pues el “egoísmo” que todos llevamos dentro y una “fe” cogida con alfileres nos impiden dar pasos de renovación firmes, sólo nos será posible cambiar con la ayuda de Dios. El “egoísmo” es tan fuerte que nos impide sentir verdadero amor y, consiguientemente, actuar con solidaridad cuando el prójimo tiene problemas.
El día que el hombre comprenda que no puede haber en la sociedad privilegios y que todos somos iguales, ese día ya comenzarán a desaparecer las barreras que lo impedían: la raza, el color de la piel, las clases sociales, el sexo, el poder económico… Esas son algunas de las barreras que obstaculizan, en nuestros días, las relaciones humanas porque acosan a los más débiles con el hambre, las guerras injustas, la muerte, la desintegración familiar, el dolor… Cuando se logre derribarlas, ese día, las hostilidades habrán desaparecido y entonces podremos decir que el mensaje de Jesucristo ha sido puesto en práctica por el hombre y que el Padre nos ha regalado por ello la paz.
Las primeras comunidades cristianas lo intentaron pero entonces también el “egoísmo humano” quien lo estropeo todo y el caos siguió reinando entre ellos. En nuestros días la sociedad está más deshumanizada que nunca porque quienes ostentan el poder político y económico no se preocupan de gobernar guiados por las LEYES que ellos aprobaron y de aplicar en cada momento la Justicia que emana de ellas. Nuestros gobernantes han creado un entramado tan corrupto que, quienes optamos por votar lo menos malo, sentimos en nuestro interior una sensación tremenda de impotencia, como fruto de la realidad que nos ha tocado vivir, y porque sabemos que no vamos a conseguir nada.
Luchar por hacer una sociedad más justa es misión de todos los cristianos pero lo más importante es formar un grupo humano serio y darle sentido. Si no logramos formar la nueva sociedad de hermanos, tal y como Jesús nos la enseñó, estaremos perdiendo el tiempo porque seguiremos siendo islas en medio de un océano humano que se ha hecho insensible ante la injusticia porque, unos más y otros menos, lo han cansado de escuchar durante mucho tiempo palabras y propuestas vacías de realidad pero cargadas de mucha falsedad. El amor y la felicidad serán posibles cuando actuemos para conseguir la felicidad de todos.
Las comunidades cristianas deben dar la cara en su entorno y no ocultarse, en su alrededor harán el bien y pregonarán sin miedo y con prudencia la Palabra, es una obligación hacerlo. Tenemos que luchar, desde ahí, por la justicia y lo haremos concienciando a la gente y mostrándoles con nitidez el origen de sus problemas.

Hay que desmontar la idealidad falsa que inspira la actuación de los hombres en nuestros días, tener mucho de todo: riqueza, placer, poder… Hay que luchar para destruir la falsedad de estos ídolos y las ideologías falsas que los encumbran, para ello nos harán falta hombres que sean capaces de tener espíritu crítico justo y recto.

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