lunes, 11 de febrero de 2019

HISTORIA DE UN “MELÓN”


Colaboración de Paco Pérez
Este breve relato lo escuché, hace ya algún tiempo, durante la tertulia matinal que solemos tener con nuestros conocidos/as y amigos/as, espero que no me haya olvidado de nadie, cuando visitamos la “Cafetería-churrería”, costumbre que solemos repetir casi a diario.
Como la mente es prodigiosa y en nuestro pueblo, Villargordo de Jaén, el vecindario tiene guardadas tantas historias personales en ella que si les hiciéramos aflorar antes de que sea demasiado tarde pues podríamos escribir tantos libros con ellas que la “Biblioteca Municipal” tendría que ser ampliada.

Un día el tema de conversación ocasionó que mi buen amigo Pedro Berrio Melguizo la pusiera a trabajar y, por esa acción retrospectiva que hizo, recordara con suma facilidad una vivencia familiar que escuchó de sus antepasados en las tertulias invernales que en la mesa camilla, con brasero de ascuas y picón, tenían los mayores y los pequeños, él lo era entonces.
Estábamos Mari y yo recién llegados pero ya estábamos acomodados, nos habían servido nuestro café cotidiano, lo saboreábamos despacio porque ese día estaba más caliente de lo habitual, yo leía la prensa deportiva y Mari una revista.
Pedro entró, se acercó hasta nuestra mesa, nos saludó, se sentó, comenzamos a charlar y en un momento de la conversación le pedí que me hablara de una historia que me contó hacía ya unos meses. Esta petición que le hice tenía la finalidad de que me precisara ciertos detalles de ella que no me habían quedado claros en su momento.
Cuando acabamos con las aclaraciones pedidas Pedro ya tenía las puertas del recuerdo abiertas y se sentía en forma. Hago esta observación porque después de las aclaraciones no paró porque se acordó de otra que fue protagonizada por su madre, Brígida Berrio, en casa de sus padres cuando era joven.
Los hechos que le dieron contenido a este nuevo relato ocurrieron cuando la familia de ella vivía en la calle La Libertad, su madre le comentó que allí había muy buen vecindario y eso les hacía llevarse muy bien con todos pero de manera especial con un matrimonio que vivía en la casa de al lado, apodados los “Acorchados”, y otro que vivía en la acera de enfrente, estos esposos eran conocidos como los “Pepinos”.
Durante el verano, y gran parte del invierno, en casi todas las casas había muchos melones porque en aquellos años de la posguerra todas las familias sembraban un melonar y, como es lógico, en la de Brígida también. Hago esta observación porque los más jóvenes no tienen ni idea de esa realidad que se vivía entonces. Un día su padre regresó con unos cuantos ejemplares tempraneros del melonar y por ello, después de comer, le pidió a Brígida que fuera a por uno, que lo abriera para tomarlo de postre y así comprobarían si estaba ya comestible la nueva cosecha o había que esperar algunos días más para comenzar la corta.
Por ese encargo ella obedeció sin rechistar, lo trajo, lo partió y fue la primera que lo probó. Lo mascaba, lo saboreaba despacio y los demás la observaban esperando impacientes su diagnóstico. Como la espera se alargaba porque no les daban ninguna opinión, ella seguía con su labor de catadora silenciosa y muy pensativa, pues uno de sus progenitores, cansado de esperar, le dijo:
- No dices nada… ¿Es que te ha comido el gato la lengua?
Ella, que era una mujer muy inteligente, mientras dejaba la boca libre para hablar pensaba su respuesta y así fue como tuvo esta genial inspiración para decirles cómo estaba el primer melón de la nueva cosecha:
- ¡¡¡Está más pepino que los vecinos de enfrente y más acorchado que los de abajo!!!
Cuando sus familiares la escucharon comenzaron a reír con tantas ganas que algunos, los que ya estaban comiéndolo, estuvieron a punto de atragantarse por la ingeniosa e inesperada respuesta que les dio.


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