sábado, 22 de enero de 2022

LA FAMILIA, ESCUELA PARA CONOCER A DIOS

 Colaboración de Paco Pérez

JESÚS CONFIRMA LAS ESCRITURAS

Cuando el pueblo judío regresó de Babilonia, donde habían estado cautivos, comprobó que Jerusalén, el Templo y las instituciones estaban destruidas y esa realidad les hizo comprender que necesitaban levantarlo todo de nuevo. El primer paso que dieron fue asumir que debían guiarse por normas y, como no las tenían, el sacerdote y escriba Esdras se encargó de leerles el Libro de la Ley, el Pentateuco para los cristianos y la “Torah” o “Ley” para los judíos. Después de leerlo explicó al pueblo su contenido, éste lo aceptó, lo proclamó como la “Santa Ley de Dios” y con ella se guiaban.

Han pasado muchos años y me pregunto… ¿Hemos mejorado como comunidad?

En nuestros días, a los cristianos nos ocurre como al pueblo de Dios cuando regresó del cautiverio pero encuentro una diferencia, ellos tuvieron que partir de cero porque no se encontraron nada y nosotros tenemos en la Biblia las enseñanzas de Jesús. A pesar de ello actuamos como si no tuviéramos la “Ley de Dios” y esta realidad me hace pensar que nuestro comportamiento se debe a que teniéndola no la conocemos… ¿Por qué actuamos así?

Porque hemos sido educados con la ayuda de la familia y de la parroquia en una creencia sustentada en tradiciones y no en el conocimiento de Dios mediante la lectura de la BIBLIA, de haberlo hecho bien hoy seríamos más prácticos y menos tradicionalistas. Debemos recordar que hubo un tiempo en el que algunos sacerdotes no recomendaban su lectura porque querían evitar que algunas publicaciones bíblicas confundieran a los fieles y en vez de ayudarles les perjudicara. El Concilio Vaticano II aclaró el tema y sí recomendó su lectura.

Considero que fue un error tomar esas medidas preventivas pues se nos acostumbró a no leer la Biblia, la fuente donde poder conocer a Dios y amarlo de verdad. Si tomamos como ejemplo el evangelio de hoy veremos que se nos presenta en sociedad a Jesús.

Durante el tiempo que vivió Jesús en Nazaret… ¿Qué hizo?

Pasó inadvertido mientras se educaba como un miembro más de una familia creyente que estaba insertada en un entorno en el que todos trabajaban para ganarse el sustento, se ayudaban utilizando los espacios comunes y los útiles de labranza o del hogar, reían, lloraban y se divertían juntos, participaban en los actos y acontecimientos del colectivo… Esta enseñanza era posible porque la FAMILIA, entonces, era una institución cuyos pilares eran fuertes y por eso respetaban a los mayores y aprendían de ellos, de las plantas y de los animales. Como todo era sencillo pues cuando Jesús comenzó su ministerio los ejemplos que les ponía estaban tomados de esos aprendizajes que Él tuvo en Nazaret durante sus años de vida silenciosa.

A Él le gustaba visitar la sinagoga los sábados y en ella se leían y comentaban los textos. Un día lo hizo y lo que dijo lo encontramos en Lucas 4,17-19: [Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.].

En Lucas 4,20-21 encontramos lo que ocurrió después de acabar la lectura anterior: [Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:

- Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.].

En ese momento se manifestó al pueblo como el “ungido” y les enseñó, a nosotros también, que debían dar prioridad a los problemas de los "pobres", los "cautivos", los "ciegos", los "oprimidos"… ¿Coinciden nuestras preocupaciones con sus consejos?

En nuestros días todos deberíamos ponernos un termómetro que midiera nuestra preocupación por el prójimo y entonces comprobaríamos que la mayor parte de la sociedad no interpreta de manera correcta el problema que se plantea en todo el mundo con la inmigración pues rechazamos la llegada de las personas que arriesgan su vida para encontrar en otros países un puesto de trabajo que les permita vivir con dignidad para poder acabar con su desesperación personal o familiar. Si estas personas no encuentran una acogida favorable de los lugareños es porque el conjunto social no tenemos aún asimiladas las palabras con las que Jesús marcaba sus prioridades.

Pablo nos recuerda que las diferentes nacionalidades o razas de las personas no deben ser un obstáculo para la inclusión y que las enseñanzas de Jesús deberían ser una práctica normalizada en estos tiempos, haciendo realidad sus preocupaciones.

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