Colaboración de Paco Pérez
NOSOTROS, SU REBAÑO
Jesús estaba en el Templo
y unos judíos se le acercan para que les aclare su gran preocupación, si era o
no el Cristo anunciado. Les recordó las cosas que hacía en nombre de su Padre, ellas
decían quién era.
Se mostró como el “buen
pastor” que cuida de las ovejas del rebaño porque las conoce pero ellos, como
eran de otro rebaño, no lo reconocían como tal y de ahí sus dudas.
¿Por qué les habló
así?
Porque el “buen pastor” las conoce y ellas a él, las protege, les ayuda y da su vida por ellas pero el “pastor” se limita a llevarlas reunidas y a cobrar el salario.
Jesús fue claro
pero, como no hay peor ciego que aquel que no quiere ver, los “pastores” del judaísmo
siguieron
dando la espalda a
sus enseñanzas porque no deseaban perder el gran nivel de vida que llevaban a
costa de los pobres.
Hemos avanzado pero no lo necesario pues nuestros
pastores no han mostrado al rebaño el camino del Reino como lo hizo Jesús, diciendo
y haciendo. Siempre hubo, y hay, excepciones que dejan huella pero… ¿Qué camino
se puede enseñar mirando mucho al cielo y preocupándose poco de solucionar los
problemas del entorno?
Quienes conocieron a Jesús y no comprendieron
sus palabras fue porque el judaísmo enseñaba el cumplimiento rígido de unos “preceptos”
y el ofrecimiento de sacrificios en el Templo pero...
¿Se preocupaban del necesitado?
No, sólo de convertir a la sociedad judía en
una manada que no pensara para que los pastores los llevaran en la dirección
que les interesaba. Lo demostraron al señalar a Jesús y matarlo.
Él decía y hacía cosas buenas con quienes
tenían necesidades, así les enseñó qué era ser “oveja”, “rebaño” y “buen
pastor” pero ellos sólo eran “pastores” que no habían sabido conducir a las “ovejas”
de manera correcta… ¡Nunca buscaron para ellas lo mejor!
Años después, Pablo
y Bernabé viajaron hasta Antioquía para predicar, visitaron la sinagoga, los
animaron a seguir fieles al Señor y, al concluir el acto, una multitud los
acompañó.
El sábado siguiente acudieron muchas más personas
y los judíos se enfadaron… ¿Por qué?
Porque, al seguir sin acoger la Palabra,
rechazaron su labor misionera, los insultaron y movilizaron a las personas
contra ellos. Las gentes sencillas, al mostrarles el camino del Reino sin
violencia y presiones, comprendieron que debían liberarse de los planteamientos
obsoletos del judaísmo, abrirse a la verdad, seguirlos y creer en Jesús.
También los rechazaron y tuvieron que irse.
El
Apocalipsis nos llena de esperanza al mostrarnos el Reino y las bondades que
reciben quienes están allí, aquellos que, sufriendo aquí agarrados a su fe,
supieron sobrellevar su dolor buscando el amparo del Señor.
Jesús,
con su muerte, premia y acoge para que gocemos allí de su presencia hasta el
final de los tiempos.
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