jueves, 20 de abril de 2023

JESÚS RESUCITÓ

 Colaboración de Paco Pérez

VIAJE AL COMPROMISO CRISTIANO

Las personas viajan por trabajo, descanso o para huir de algo y antes repasan los detalles para evitar los problemas. Jesús fue un viajero incansable, empezó en Belén y después, acompañado de los apóstoles y discípulos, evangelizó y acabó en Jerusalén crucificado.

Viajaba porque evangelizaba para ayudar a caminar por el Reino de Dios practicando la voluntad del Padre. Era pacífico, no huía de los riesgos y, por ser así, viajó a Jerusalén sabiendo que moriría.

Los apóstoles y discípulos no siguieron su patrón cuando murió pues se escondieron o huyeron asustados y desilusionados. Los dos discípulos que viajaban andando a Emaús para refugiarse son un ejemplo. Hablaban y se mostraban hundidos pues no comprendían lo ocurrido con Jesús en Jerusalén. Se les acercó, no lo conocieron, le comentaron los hechos y Él les recordó que estaban recogidos en las Escrituras y anunciados antes. A pesar de que vivieron esos hechos juntos tampoco lo conocieron. Al despedirse le propusieron alojarse en su casa y aceptó. En la mesa tomó el pan, lo partió, lo bendijo y por las palabras que pronunció supieron quién era y desapareció. Los dos regresaron inmediatamente a Jerusalén, comunicaron la vivencia que habían tenido con Jesús resucitado y entonces supieron que también se había aparecido a Pedro.

Saber que Jesús había resucitado les hizo sentirse unidos, recuperaron la fe, se les abrieron las entendederas, cambiaron el comportamiento, evangelizaban sin miedo, el cristianismo avanzó y se fundaron las comunidades.

Si nuestra vida es un viaje que comienza cuando nacemos y acaba cuando morimos pues el cristianismo también lo es, con la particularidad de que se inició con Jesús y acabará al final de los tiempos.

Jesús les habló del Reino de Dios… ¿Hacemos los cristianos, en 2023, lo que nos pidió?

Opino que, casi dos mil años después, nos hemos desviado de su propuesta, aquella que los primeros cristianos sí practicaban: Vivir unidos, amarse, compartirlo todo, ayudarse… Hoy, ese modelo casi no existe ya porque preferimos el individualismo, éste nos aparta del camino verdadero y acabamos abrazados a los dioses de nuestros días: El dinero, lo placentero, las redes sociales

Jesús, como hombre, viajó durante treinta años en familia y en sociedad. En los tres últimos evangelizó y, antes de comenzar, se bautizó y enseñó con su ejemplo qué debíamos hacer los cristianos: Viajó al Jordánse marchó al desierto y, durante cuarenta días, ayunó y sufrió las tentaciones de Satanás.

¿Encontramos alguna similitud entre su práctica bautismal y la nuestra?

Yo no. Él tenía treinta años y lo pidió libremente pero ahora se bautiza siendo bebés, unos padrinos lo piden en su nombre y después se olvidan del compromiso adquirido.

Después, la familia y los invitados, se marchan a un restaurante.

Hemos sido educados en esta tradición y esa es nuestra creencia, la enseñamos a los que vienen detrás y, como recibirlo no nos hace sentirnos comprometidos pues los frutos que cosechamos son escasos.

Mi reflexión nace de las vivencias que tengo en mi convivencia parroquial en este tema. 

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