sábado, 14 de septiembre de 2024

JESÚS, EL INCOMPRENDIDO

 Colaboración de Paco Pérez

DECIR Y HACER, EL CAMINO

Siguen al Señor quienes escuchan su mensaje, trabajan para que llegue a la sociedad, no temen a las posibles consecuencias que les puedan venir de quienes no lo acepten y no responden a las ofensas que reciben.

Isaías lo enseñó y lo practicó muchos años antes que Jesús confirmara con su ejemplo que ese es el camino.

Él deseaba que quienes escuchaban y presenciaban sus ejemplos de vida lo comprendieran, que cambiaran y ayudaran a otros. Como hombre, necesitó evaluar el fruto de su predicación y, por lógica, comenzó por los discípulos porque lo habían presenciado y escuchado todo, por eso les preguntó:

[¿Quién dice la gente que soy yo?].

Las respuestas lo desmoralizaron porque comprobó que sus enseñanzas no habían sido asimiladas y entonces empezó con ellos una nueva fase educativa, anticiparles qué le harían un tiempo después, ellos quedaron impresionados y Pedro se lo reprochó porque aún no había comprendido la dimensión real de su misión… Él lo veía como el Mesías anunciado por los profetas pero lo hizo en un plano guerrero, es decir, como el liberador de la opresión romana y no como el Salvador que liberaría a las personas de las miserias que las atan a lo terrenal para llevarlas con el Padre.

Pasó el tiempo, hablamos mucho de Jesús pero cuando lo mostramos a otros lo hacemos rutinariamente… ¿Por qué?

Porque no profundizamos en lo que realmente hizo durante su vida como hijo, hombre y misionero.

Santiago enseñó la importancia de la fe partiendo de la respuesta que deben dar quienes dicen confiar en el Señor y sabiendo que Él ayudaba siempre a quienes trabajan por el Reino convencidos.

Lo lamentable es que las personas hablen de la fe como si fuera un producto que se compra o vende en el supermercado en términos cuantificables. Quienes lo hacen así afirman que tienen mucha pero lo correcto no es vocearlo sino vivirla en un perfil alto y no vulgar.

Debemos ser agricultores de ella porque el Señor nos la regaló cuando esparció esa semilla en el campo de nuestras conciencias. Después, la responsabilidad de cuidarla bien cada día es nuestra pues al final deberemos presentarle el fruto cosechado.

Limitarnos a proclamar que tenemos no es el camino pues Santiago dijo: [Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probare mi fe.].

Hay personas que participan anualmente en los actos religiosos tradicionales y, cuando acaban, se despiden hasta el año siguiente, una religiosidad que sólo las compromete a participar en ellas una vez cada año.

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