sábado, 11 de marzo de 2017

LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS

Colaboración de Paco Pérez
CAMINO PARA LOS CRISTIANOS
Si partimos de “transfiguración” y recordamos los hechos que ocurrieron en el monte Tabor nos daremos cuenta que esa escena no fue una casualidad. Contextualizando los hechos nos encontramos que Jesús ya les había anunciado que iba a morir y por ello los apóstoles estaban muy afectados. Él, para animarlos, les quiso dejar una prueba definitiva de quién era y por eso los subió al monte y ante ellos ocurrió el fenómeno de la “transfiguración”. Lo hizo porque ellos, a pesar de haber presenciado todos sus milagros y escuchado sus enseñanzas, parece ser que no quedaron enganchados de manera definitiva a su causa transformadora, es decir, no lo comprendieron. Cuando Dios se les manifiesta en toda su grandeza entonces es cuando ya sí dan a su vida un cambio radical… ¡¡¡Necesitaron ver!!!

Los cristianos debemos dar también un cambio radical a nuestro comportamiento y pasar de las apariencias a las realidades que Jesús nos pide y enseñó… ¿Estamos dispuestos?
Cambiar no es un camino plácido, es complicado porque tendremos que abandonar muchas rutinillas y comodidades. En la historia del pueblo de Dios queda patente esa realidad y hoy se nos muestra en GÉNESIS 12, 1-4ª, ahí aparece la figura de Abraham como ejemplo de fe para los hombres. Por ella él siempre obedeció los mandatos del Señor y por ser así Él se lo reconoció y lo premió, ayudándole en todo durante su vida. La promesa que recibió requería abandonar el lugar donde tenía sus propiedades y su medio de vida, es decir su seguridad; era necesario confiar mucho para hacer lo que le ordenó. Abraham creyó en lo que le dijo Dios, no dudó nunca de sus palabras y se mantuvo firme en la fe.
San Pablo nos recuerda que, con el paso de los años, el mensaje de Jesús sigue vigente y cobra más fuerza con su venida y acción salvadora. Por esa realidad nos empuja a laborar por seguir ese camino duro de divulgación de la Palabra.
La Cuaresma debemos entenderla como un camino que, de recorrerlo bien, nos conducirá a la victoria de la misericordia sobre todo lo que intenta destruirnos; nos permitirá pasar de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento a la alegría o de la muerte espiritual a la vida. También podríamos sentirnos, de hacerlo mal, agobiados si nos dejamos guiar por nuestros egoísmos personales, esos que son  generados por las ambiciones.
Acogernos a la vida que Dios nos regala puede salvarnos de esos problemas que apagan la fe, adormecen nuestra caridad y nos anulan la esperanza de conocer algo mejor.
Vivir la Cuaresma es desear tener una experiencia de vida que nos aleje del mal que nos rodea y nos aproxime al Padre.
Nos hemos acostumbrado a vivir, a diario, en un ambiente cargado de problemas, con frecuencia los que nos han ocasionado otros, y eso nos lleva a ver el espectáculo adormecidos e indiferentes por la dosis diaria de impotencia que nos inoculan cuando vemos que cosas nimias son castigadas con la ley y las graves absueltas.
Nos hemos convertido en productores de mensajes bonitos pero vacíos de contenido vital; las críticas a todo lo que se mueve es el deporte favorito y lo que se nos propone lo analizamos sin rigor y permitimos que triunfe lo que no tiene valor, así los problemas reales que afectan a quienes más sufren quedan aparcados en fase de acumulación y desbordamiento posterior.
Los cristianos debemos reflexionar más y acostumbrarnos a decir no a muchas cosas que las hacemos mal: Contentarnos con orar para tranquilizar la conciencia, dar limosna de lo que nos sobra y no compartir lo poco que tenemos, ayunar de alimentos y después darnos un banquete criticando a los demás... El camino se recorrerá abandonando el mal para hacer todo el bien que podamos y no poniendo en marcha las acciones que nos aíslan, encierran y paralizan.




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