sábado, 5 de febrero de 2022

EL LAGO Y JESÚS

 Colaboración de Paco Pérez

ÉL NOS SIGUE LLAMANDO  

El Señor se manifiesta a las personas en cada momento de la historia de manera diferente pues se adapta a los tiempos y al nivel cultural de quienes escuchan. Dicho esto… ¿Podríamos afirmar que Jesús nos enseñó el camino definitivo?

Yo opino que sí porque, aunque puedo estar equivocado, creo que después de dejarnos sus ejemplos lo que debemos hacer es ponernos a trabajar guiados por la enseñanza que se desprende de su legado y que éste sea quien nos empuje a transformar el planeta en el lugar idílico que el Padre nos regaló al comienzo de los tiempos.

Isaías nos relata la experiencia que tuvo con Dios, quedando tan impresionado con su grandeza y majestuosidad que reconoció ante Él sus miserias, esto le hizo sentirse liberado de sus errores y después lo eligió el Señor para que transmitiera al pueblo sus mensajes. El profeta reconoció que ahí estuvo el origen de la fuerza que lo empujó a profetizar y a dar testimonio ante los hombres.

Casi ochocientos años después llegó el momento cumbre de la obra del Señor, Jesús comenzó su misión y, con métodos diferentes, puso en marcha el Reino de Dios entre los hombres.

El lago de Galilea tuvo una importancia muy grande para la puesta en marcha de los planes de Dios pues en aquel entorno comenzó Jesús a ser conocido. Allí vivían algunos de los apóstoles que Él escogió para que le siguieran y en sus aguas, o en sus proximidades, se protagonizaron algunas de las escenas bíblicas con las que comenzó a ser muy conocido y seguido.

Jesús, al principio, estaba solo pero sabía que su misión necesitaba de una actuación colectiva y por eso decidió rodearse de personas que lo ESCUCHARAN, comprendieran sus palabras, se convencieran de la verdad que trataba de comunicarles y le siguieran ilusionados.

¿Cómo consiguió en aquel ambiente inculto el seguimiento tan incondicional de ellos?

Primero se los ganó con la palabra y después pasó a realizar ante ellos escenas extraordinarias, la “Pesca milagrosa” es un ejemplo. Para que nosotros comprendamos en nuestros días qué efecto debió causar esa acción a quienes estaban a su lado deberemos viajar hasta aquellos tiempos y entonces comprenderemos mejor que cuando realizaba esas acciones extraordinarias ellos comprendían “qué había ocurrido”, “quién lo había hecho” y “porqué”, en este caso “una pesca abundantísima”, “un tal Jesús” y “para ayudar a los necesitados”.

Como la sociedad, antes y ahora, lo que busca son realidades y no promesas vanas pues es lógico que después de presenciar aquella escena los sencillos e incultos pescadores que le acompañaban reconocieran a Jesús como su autor, no dudaran de lo que había hecho y que le aceptaran su propuesta de seguimiento sin titubear.

Nos dejó en marcha las bases del proyecto del Reino y después ya tocaba remar a los que vinieran detrás. Los apóstoles continuaron con su labor, predicando y organizando las primeras comunidades cristianas.

Un tiempo después comenzó Pablo a predicar y, aunque pasó un tiempo persiguiendo a los cristianos, el Señor lo escogió para que evangelizara… ¿Cómo se explica esta decisión del Señor?

Supongo que encontró en él las cualidades adecuadas para seguir a Jesús, le cambió el comportamiento, pasó de perseguir a los seguidores de Jesús a evangelizar y, finalmente, murió por el Señor.

Pablo, a las comunidades cristianas que fundó, les recomendaba que siguieran practicando lo que les había enseñado, lo que él había aprendido de quienes habían conocido a Jesús; los animaba a continuar aplicando esas experiencias en su vida diaria para que la fe siguiera presente en ellos pues así todo marcharía bien pero, si no seguían por ese camino, todo se vendría abajo. Les recordó que él fue el último, el más pequeño de todos, que fue elegido por Jesús, que recibió de Él el encargo de transmitir a los demás la VERDAD y por eso no se cansaba de repetirles:

- [… Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras… Porque si no hay resurrección de los muertos, Cristo tampoco resucitó.].

 

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