viernes, 25 de febrero de 2022

JESÚS NOS ENSEÑÓ EL CAMINO

 Colaboración de Paco Pérez

¿NOS GUIAMOS POR ÉL O POR LA TRADICIÓN?

En el Eclesiástico se nos enseña que las personas pueden comprender la verdad si miran en su interior y recuerdan los ejemplos que nos regala el día a día: El alfarero que mete en el horno la arcilla y después certifica su calidad, los frutos recogidos muestran qué clase de árboles plantamos o qué semillas sembramos, las personas que hablan guiadas por la mentalidad que tienen y no por la verdad… Recordando estas realidades de la vida se nos aconseja no juzgar a las personas de inmediato sino después de escuchar sus razonamientos pues entonces será el momento de analizarlos, pasarlos por la criba y emitir una opinión.

Doscientos años después vino Jesús y, cuando predicaba, empleaba las parábolas y los dichos, ejemplos sencillos de su entorno que eran entendidos con facilidad por quienes lo escuchaban y después, como eran libres, tenían que optar por hacer lo que Él les proponía o seguir igual.

Para cambiar debemos reconocer que es bueno escuchar a quienes pueden enseñarnos algo pero si después sólo aceptamos nuestros criterios o los de quienes están tan equivocados como nosotros pues entonces todo seguirá igual o empeorará. Para confirmar lo dicho podemos leer:

- Lucas 6, 39: [¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?].

- Lucas 6, 43-44: [Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas.].

Cuando queremos que las cosas cambien, muchas veces, elegimos el camino equivocado pues criticamos sin fundamento a quienes tienen responsabilidades públicas.

¿Qué deberíamos hacer?

Ayudarles a tirar del carro compartiendo sus responsabilidades pues así se harían las cosas mejor y por ese camino, al dar ejemplo, es posible que la sociedad viera con más claridad y caminaría hacia el cambio con convencimiento y no con violencia. Ese camino lo enseñó Jesús y no queremos seguirlo. Empecemos el cambio leyendo a Lucas 6, 41-42:

[¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?

¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo”, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo?

Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano.].

Podremos vivir una experiencia diferente del Reino de Dios si ponemos nuestra preocupación en descubrir qué necesitan las personas de nuestro entorno para ayudarles. Eso fue lo que hizo Él y después no dudó en criticar, corregir y rectificar con energía las interpretaciones de la LEY cuando estaban en contradicción con lo que Dios espera de nosotros, compasión y justicia con los débiles.

Si no nos preocupamos de cambiar el comportamiento de “nulo compromiso” que practicamos en nuestra relación con el prójimo será porque tenemos vacío el “vaso del deber cumplido”.

También nos enseñó a luchar contra la tentación para vencer a la muerte y, con su resurrección y ascensión a los cielos, nos señaló el camino del Reino: Estar vigilantes para que el pecado no nos lleve a una muerte sin retorno.

Pablo habló a los corintios sobre la resurrección afirmando que era el triunfo sobre la muerte, hecho alcanzado gracias a Jesús. Les aconsejó seguir firmes en esa creencia y trabajando para que el deseo del Padre se cumpliera porque cuando la muerte sea vencida se cumplirán las escrituras y aquellos que no le defraudaron recibirán la recompensa.

Antes de Jesús esas dos realidades no eran entendidas así pero todo cambió con su victoria sobre el pecado y la muerte.

Pablo, años después, retomó el tema para orientar a los cristianos y nos dejó una pista sobre el nuevo enfoque en 1ª CORINTIOS 15, 56: [El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley.].

¿Por qué les planteó estas palabras?

Antes de Jesús la Ley decía a las personas qué debían hacer y qué no pero no las orientaba y caían una y otra vez pues no sabían qué debían hacer para vencer las tentaciones. Esta situación les hacía vivir agobiadas pues la conciencia les recordaba que no respetaban los deseos del Padre.

En el SALMO se nos anima a proclamar la necesidad de dar gracias a Dios al levantarnos y de ser justos porque así creceremos mucho, viviremos con dignidad y tendremos en la vejez buena salud y energía para proclamar la bondad y la justicia del Señor.

 

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