domingo, 8 de mayo de 2016

LA ASCENSIÓN DE JESÚS… ¿CÓMO LA ENTENDEMOS?

Colaboración de Paco Pérez
La vida de Jesús, como hombre, es el CAMINO que toda persona debe entender primero para después intentar seguir. Todos sabemos que el seguimiento es una tarea que no es fácil pero si nos consideramos cristianos debemos tomar posturas de sensatez ya y después abandonar las rutinas. Debemos hacer lo que podamos pero fijándonos en lo que Él hacía… ¿Por qué tranquilizamos nuestra conciencia con cumplimientos que no tienen base bíblica?

Él no se apartó de su obligación humana en nada y por eso sufrió como tallas consecuencias propias de nuestra condición. Después de morir resucitó y, cumpliendo su misión y según el libro de los Hechos de los Apóstoles, estuvo apareciéndose a los apóstoles y discípulos durante cuarenta días, el tiempo que necesitó para darles instrucciones sobre el futuro que se les avecinaba.
Su presencia entre ellos fue una realidad innegable, las formas en que ocurrieron éstas fueron variadas, estuvieron marcadas por unas características muy especiales y ellas hicieron que la fe de quienes fueron testigos de esos hechos saliera fortalecida, después sus vidas cambiaron de manera radical pues la orientaron a seguir su ejemplo y a predicar la doctrina que les había enseñado. Cuando comprendieron la realidad de su condición y el porqué de lo sucedido el miedo les desapareció, robustecieron su fe y se lanzaron decididos a dar testimonio de Él. Así fue como el cristianismo se extendió por Israel y por los países próximos al Mediterráneo.
Este cambio tan radical que experimentaron fue posible por la acción directa de Jesús sobre ellos en aquellos días y mediante la intervención posterior del Espíritu Santo, la que se conoce como el “Misterio de la Ascensión”.
Durante los días que convivió con los apóstoles antes de “La Ascensión”, conversaron y, ante sus preguntas, les dejó muy claro que su futuro no estaba en sus manos y sí en las del Padre. Para justificar esa respuesta les transmitió una realidad, válida para ellos y para nosotros: El Padre había sido el autor del diseño de su misión terrenal y que una vez acabada volvía junto a Él.
Por eso no le correspondía a Jesús establecer el día y la hora de su regreso final.
Sí les habló del “nuevo Bautismo”, en él recibirían al Espíritu Santo y Éste les daría la fuerza que necesitaban para lanzarse a predicar.
Por todo lo anterior es aconsejable que pidamos al Padre la concesión de “sabiduría” y “revelación” porque ambas son necesarias para que podamos entender bien el Plan que tiene diseñado para el hombre desde siempre y que, con la venida de Jesús, se nos mostró a los hombres normales. Por eso es esencial que podamos comprender el fundamento de la creencia que Él nos fue regalando poco a poco, para que tengamos la esperanza de que seremos acogidos cuando subamos a su lado para estar junto a quienes cumplieron lo que se nos pide que hagamos aquí y todo en sintonía con quienes formamos la Iglesia, la encargada de continuar su labor.
Comprender la realidad que nos rodea en la vida, en la mayoría de los casos, no es tarea fácil y por eso no debe sorprendernos que a los apóstoles y discípulos no se les abrieran los ojos mientras estuvo con ellos enseñando el CAMINO a las gentes. Cuando resucitó tuvo que darles pruebas de su nueva realidad y en ese contexto se ubica el evangelio de hoy.
Jesús vino, cumplió su misión como hombre sin desviarse un ápice del CAMINO y por eso, al concluir su labor, ASCENDIÓ junto al Padre.
¿Tenemos claro los cristianos qué debemos de hacer para recibir el mismo premio que Él?
Que cada uno se dé la respuesta mirando en su interior, pero sin hacer trampas en el solitario.

¡¡¡Feliz domingo a todos!!!



No hay comentarios:

Publicar un comentario