jueves, 24 de abril de 2025

Y JESÚS RESUCITÓ

 Colaboración de Paco Pérez

LOS EFECTOS POSTERIORES

La muerte de Jesús fue un golpe tremendo para los apóstoles porque, al no comprender lo sucedido, dudaron y pensaron que tal vez tuvieran razón quienes lo mataron o que Dios lo había abandonado, tuvieron miedo y se escondieron.

Ver el sepulcro vacío y no encontrarlo aumentó sus dudas cuando la realidad era otra, con la resurrección se estaba cumpliendo el plan de Dios para las personas.

Captaron la nueva realidad cuando, sin esperarlo, Jesús se presentó a ellos resucitado y les demostró así que no los había abandonado. Los encuentros que tuvieron con Él los fortaleció al comprender lo ocurrido, aunque Tomás dudara, recuperaron la fe y la alegría, ya no sintieron miedo y salieron a la calle para evangelizar comunicándoles la gran noticia... ¡Jesús había resucitado!

El pueblo cambió al ser informado, acudían a escucharlos, les llevaban enfermos para que los curaran, se integraban en las comunidades cristianas y alimentaban su creencia recordando que Cristo resucitó.

Juan continuó predicando pero fue desterrado a la isla de Patmos y allí tuvo una visión. En ella, Jesús le encargó escribir sus vivencias para que las conocieran otros y sirvieran de ayuda.

Años después se confirmó el cumplimiento de ese encargo, cuando se encontraron unos escritos cuyos contenidos recogían las experiencias vividas por los apóstoles y el pueblo con Jesús. En estos escritos, aunque redactados por personas diferentes, cada autor expuso su particular experiencia y visión de los hechos y, con el tiempo, se convirtieron en los Evangelios, textos adecuados para que la comunidad cristiana pudiera profundizar, entonces y ahora, en su mensaje.

Los apóstoles, recuperada la fe, continuaron la labor que Jesús había comenzado, las personas acudían, ellos les ayudaban y cada día aumentaba el número de seguidores.

Hoy, más que nunca, olvidamos que el gran enemigo de la creencia está en la necesidad que tenemos de “tocar para creer” y en “barrer siempre para casa”, posturas que nos hacen abrazarnos a lo tangible y olvidarnos de colocar en primera línea la generosidad de Jesús.

 

 

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