domingo, 2 de agosto de 2015

CONFIAR EN DIOS ES VIAJAR ACOMPAÑADOS DE LA “FE” Y LIGEROS DE PESO

Colaboración de Paco Pérez
He escuchado más de una vez a las personas hablar muy convencidas de que sus actos en la vida estaban empujados por la fe en Dios. Entonces era muy joven, les seguía la corriente porque no tenía las ideas religiosas de ahora y porque, de alguna manera, la enseñanza religiosa que se nos daba propiciaba ese pensamiento. No obstante, a pesar de lo dicho, siempre me sentía mal cuando les escuchaba esas afirmaciones porque conocía muy bien lo que hacían a diario y, la verdad, se parecía muy poco a lo que Jesús enseñaba… ¿Por qué montamos estos circos los hombres si a Dios no podemos engañarlo?

Porque no conocemos a fondo lo que desea de nosotros y, cuando lo conocemos, nos asustamos ante el sacrificio que hay que hacer para seguirle. Nos ocurre esto porque no tenemos CONFIANZA en Él, es decir, no poseemos la fe que creíamos atesorar. Quienes tienen la suerte de merecerla, a mi entender, son quienes sí hacen cosas relevantes en la vida.
En el relato del desierto queda patente que un pueblo que es liberado de la esclavitud con la ayuda de Dios, después de un tiempo, pierde la CONFIANZA y se arrepiente de haber abandonado el lugar donde estuvo esclavizado porque… ¡¡¡Por lo menos, comían!!!
El hombre falló, ante la tentación y el miedo de morir allí, empujado por el hambre. Jesús también fue tentado en el desierto pero resistió y triunfó.
Dios les respondió escuchado sus lamentos, mostrándose próximo y dándoles de comer en un lugar poco adecuado para obtener los alimentos. Fue una manera puntual de mostrarles su poder y de enseñarles el camino de la convivencia:
1.- No acumular para el mañana porque Él se encargaría de darnos lo que necesitáramos, por eso les indicó que cogieran la cantidad diaria que cual precisara.
2.- No establecer privilegios, a unos sí y a otros no o a éste poco y a ese mucho.
3.- Instauró el principio de la IGUALDAD, amparada en  la GENEROSIDAD y la JUSTICIA, así cada persona tomaría lo que necesitara y nadie se preocuparía de los demás.
Con el paso de los años todo el edificio se derrumbó porque el hombre se olvidó de esos principios y comenzó a acumular propiedades o dinero, se habló de CAPITAL y quedó instaurada la esencia del CAPITALISMO.
Desde entonces la sociedad consideró que había que guardar dinero para poder vivir mejor en el futuro… ¿Qué ocurrió?
Se sustituyó un proyecto maravilloso y a la vez incomprensible, porque no es tangible, por otro que sí es tangible porque lo podemos tener en casa o en el banco, el DINERO. El nuevo dios se instaló con fuerza entre los hombres porque el deseo de tener cada vez más propiedades o dinero actúa de manera bella y la AVARICIA, su embajadora, triunfó en la sociedad para quedarse a vivir aquí, nadie la ha visto pero todos sabemos que pasea entre nosotros. Después de este descalabro se creó un nuevo modelo de convivencia en el que unos pocos podían comer todos los días, los RICOS, debido a que se habían apropiado de la comida de los muchos, los POBRES.
La situación de “crisis económica” que vivimos ahora es fruto de lo expuesto y generado por una sociedad sin Dios, sin principios morales y sin justicia.
San Pablo nos recuerda que siempre se dio esta situación y que el remedio para salir es caminar desde el “hombre viejo”, aquel que está anclado en las viejas formas, hasta el “hombre nuevo”, aquel que comprende la necesidad de cambiar el rumbo a su vida y el ejemplo ideal nos lo regala el águila cuando se arranca lo viejo (pico, plumas y uñas) para que le crezcan y entonces poder seguir cazando y viviendo otros muchos años.
Este apóstol es un ejemplo de cambio pues pasó, de perseguir a Jesús, a dar testimonio de su mensaje y, finalmente, a entregar su vida por la verdad del mensaje del Reino.
Si los hombres que propician con su egoísmo las crisis económicas que hacen más ricos a unos pocos y más pobres a la muchedumbre, bajo la careta de “los mercados”, comprendieran el fundamento del cambio que se operó en Pablo y al que tienen que recurrir las águilas, entonces otro gallo nos cantaría porque el hombre dejaría de acumular y no habría pobreza, lo que proponía Jesús.
Si esto lo proponía Jesús y nos dejó a la Iglesia para continuar su labor... ¿Cómo se puede pedir desde ella a los hombres austeridad si habitan en palacios y rodeados de riquezas? ¿Cómo se pide no acumular si el Vaticano está repleto de grandezas y Jesús nació en una cueva?
Todos tenemos que cambiar pero quienes dirigen los destinos de la Iglesia serán los primeros y llevarán la bandera.
En el evangelio Jesús les habla de la historia que vivió el “pueblo de Israel” en tiempos de Moisés y les recuerda que había una diferencia esencial entre el pan que comieron entonces y el que les ofrece comer ahora Él. El pan del desierto entra en un plano material y perecedero y el que les propone Él es espiritual y permanente.




 


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