jueves, 29 de septiembre de 2016

LOS MESES DEL AÑO

Colaboración de Paco Pérez
Era invierno y, al atardecer, estábamos en casa viendo la televisión cuando llamaron a la puerta, abrí y me encontré la grata sorpresa de que los visitantes eran mis tíos Mercedes y Juan “El de Rosa Antonia”.
Pasaron y, después de los saludos de rigor, nos acomodamos alrededor del brasero eléctrico de la mesa camilla y comenzamos con las bromas, algo habitual cuando nos reunimos con él. En esa línea le comuniqué que lo iba a hacer famoso en el Bloggs, junto al tito Antonio, pues pensaba publicar unas fotos de ambos en la mili y vestidos de sanitarios.

Acabado ese tema el tito Juan se puso muy transcendente y nos dijo:
- Llevo ya algún tiempo dándole vueltas en la cabeza a un tema muy interesante.
Cuando acabó guardó silencio y se puso reflexivo, cuando todos esperábamos que dijera en qué pensaba, pero no salió de su boca ni una palabra y entonces le dije:
– Dejaste la tienda, después te ocupaste del campo y ahora, a la vejez… ¿Vas a cambiar de nuevo de ocupación para dedicarte al pensamiento profundo?
Continuó con su tema pero sin decir qué se traía entre manos:
- El que lo inventó no creo que caminara a cuatro patas.
– Se puede saber de qué y de quién hablas – le increpé.
– Pues del tío que cuadró el tiempo cuando ajustó el año en doce meses y se inventó los nombres.
Cuando por fin expuso ante su intrigado auditorio la disertación el tito Antonio, que no había intervenido todavía, tomó la palabra y le contestó con ciertos apuntes históricos para aclararle de dónde venían los nombres de algunos meses, le habló de julio y agosto. Para ello tuvo que remontarse al Imperio Romano y hablarnos de sus emperadores y de la guerra de “Las Galias”. Al acabar, el tito Juan le hizo a su esposa, la tita Mercedes, una pregunta muy curiosa:
- ¿Te acuerdas tú de la guerra de “Las Galias”?
– ¡¡¡Yooo, cómo me voy a acordar de esa guerra si cuando ocurrió yo estaría entonces muy pequeña!!!
No me acuerdo nada de ella y, además, si no recuerdo qué desayuné esta mañana… ¡¡¡Cómo me voy a acordar de esa guerra!!!
Nos reímos un montón con la pregunta y la respuesta, ambas fueron geniales.
Ya estábamos lanzados y por esa respuesta surgió el tema favorito de los mayores, lo mal que estamos ya de la chirola y eso hace que no nos acordemos de nada. Entonces, la tita Mercedes recordó una historia de su familia:
Los hechos que nos narró ocurrieron en el mes de octubre, en los días de la “Feria de San Lucas” de Jaén. Fue en esos días porque su padre, Juan DelgadoJuanito el Baezano”, había subido a la feria para comprar muletos para criarlos después en el cortijo y domarlos como él sabía.
Su madre estaba embarazada de su hermana pequeña, Antoñita; vivían en el cortijo del “Salado” y una señora del pueblo trabajaba con ellos, como empleada de hogar, para ayudar a su madre en las labores de la casa. En esas fechas y circunstancias su madre se puso de parto y le dijo a la señora que dijera a los niños que se salieran a la era a jugar, así los alejaban del momento que se avecinaba.
Como los niños sabían dónde estaba su padre pues, cuando nació Antoñita, la señora salió y les dijo a Mercedes y a Juanito que dejaran de jugar y que entraran a la casa, obedecieron y entonces los llevó a la habitación donde estaba su madre con la niña recién nacida. Cuando la vieron se sorprendieron y Mercedes le preguntó:
- ¿Qué es, un regalo que nos ha traído papa de la “Feria”?
Juanito, que era más pequeño, también le preguntó a su madre:
- ¿Cómo ha venido, en el camión de la almagra?
El hijo mayor era Andrés, tenía en aquellas fechas unos 14 años y estaba ocupado en los alrededores del cortijo haciendo cosas de provecho pues la edad ya se lo permitía. La tita Mercedes cogió a la recién nacida en brazos y se la llevó a Andrés para que la viera, éste reaccionó muy mal y le contestó con mucha mala uva:
- ¡¡¡Quita de ahí eso y éntralo en la casa!!!
La reacción de Andrés fue la propia de un mozalbete de su edad que había crecido en aquel ambiente campestre, que recibió la educación paterna que se estilaba en aquellos años sobre la venida de los hijos y, por esas circunstancias, su pensamiento sobre el nacimiento de la hermana fue la derivación lógica de lo recibido.


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