sábado, 10 de diciembre de 2016

JESÚS NOS TRAJO LA SALVACIÓN

Colaboración de Paco Pérez
LOS HOMBRES SEGUIMOS EMPEÑADOS EN NO RECONOCERLO
Dios, desde el comienzo de los tiempos, se preocupó de guiar a los hombres y lo hizo por mediación de los profetas, hoy se nos muestra a Isaías y a JuanEl Bautista”.
El primero anunciándole al pueblo de Dios su liberación, cuando estaba cautivo en Babilonia. Les pidió que fueran fuertes durante el regreso porque irían por lugares difíciles y les animó a ser solidarios con quienes desfallecieran o tuvieran problemas físicos.
Finalmente les aclaró que la ocasión que se les presentaba ahora de volver a su patria había sido propiciada por la intervención de Dios y que ellos, por esa acción benefactora suya, deberían elevar su espiritualidad y no temer a nada.

La grandeza de JuanEl Bautista” estuvo, para mí, en que se le encomendó el honor de presentar en sociedad a Jesús cómo “Hijo de Dios” y en denunciar el modelo caduco y corrupto que gobernaba los destinos de su pueblo. A pesar de estas dos acciones no recibió de todos los hombres de su tiempo el mismo reconocimiento.
El poder político sabía que sus palabras estaban calando hondo entre la masa social de Israel y temieron que su mensaje de cambio creciera de manera rápida y el pueblo, influenciado por él y en el momento más inesperado, montara una revuelta y se convirtiera en un peligro para Roma. Quien pensó mal de él fue Herodes Antipas, por eso no lo trató bien, sólo se preocupó de librarse de él y les ordenó que acabaran con su vida.
Quien sí lo trató de manera correcta, a pesar de las dudas que le planteó, fue Jesús.
Estando Juan encarcelado dudó de Jesús y por eso le envió a sus discípulos a preguntarle:
- ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?
Tuvo que ser duro para Jesús que Juan le hiciera esta pregunta después de haberlo reconocido, en el acto de su “Bautismo” en el Jordán, como:
- [Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.].
A pesar de todo, Jesús les respondió así:
- Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia.
¡Y dichoso el que no se escandalice de  mí!
No les confirmó con un sí lo que fueron a preguntarle pero los remitió a las huellas de su obra.
Han pasado dos mil años y nosotros seguimos esperando que Jesús nos diga que sí es el Mesías y por eso continuamos buscando en nuestros días milagros, lo hacemos para aclarar nuestras dudas, como le ocurrió a JuanEl Bautista” pero no queremos ver lo que está en la Biblia, desde hace muchos años, ante nosotros.
Jesús, cuando se marcharon los mensajeros de Juan, siguió hablándoles de él en estos términos:
-  Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces… ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?
Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: [Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti].
Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que el Bautista, aunque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él.
Estas últimas palabras de Jesús sirvieron para confirmar que Juan era un profeta pero no uno cualquiera, el más grande de todos los nacidos de mujer.
Después de Juan, con Jesús, la predicación del Reino dio un giro radical pues se pasó de profetizar los hechos a mostrarlos de una manera real y visible:
- Los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia.
Jesús ayudaba a todos, los perdonaba y no les tenía malas formas… ¿Por qué actuaba así?
Porque nos estaba enseñando el camino y nos decía que había que amar mucho a los demás… ¿Lo hacemos?
Él no juzgaba la conducta de las personas, los perdonaba y les pedía que no lo hicieran más. Nosotros, todavía no hemos aprendido esa lección y nos dedicamos a todo lo contrario que Él hacía… ¡Juzgamos lo que hacen los demás sin miramientos y los condenamos!
Jesús nos anunció que el Padre ama a todos los hombres y la prueba está en que envió a su Hijo al mundo para que las personas, por Él, se salven.
Por todo esto, el apóstol Santiago nos enseña a esperar la llegada del momento final con ilusión; a tener, en el tránsito, paciencia y aceptación con los inconvenientes que nos ocurran y a tener confianza en Dios para superarlos.
Tendremos que poner en marcha este conjunto de actuaciones para esperar la llegada del Señor, pues no sabemos cuándo ocurrirá.

REFLEXIONES FINALES
1.- Juan, cuando vivía en LIBERTAD, reconoció al Hijo de Dios y proclamó su grandeza ante el pueblo congregado. Cuando fue encarcelado ya perdió esa claridad de ideas.
2.- A Dios se le puede ver en la pequeñez de las cosas sencillas y humildes, quienes lo buscan ahí aprenden a encontrarlo y quedan liberados.
3.- Jesús nos enseñó a viajar por el camino de la BONDAD para que ayudáramos a los necesitados.
4.- Para ser grandes tenemos que estar renovándonos de manera permanente.
5.- Nos manifestaremos pequeños, como las hierbas del campo pero, por nuestras obras, nos verán grandes como las montañas. 

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