martes, 31 de enero de 2017

CONVERSACIONES CON…

Colaboración de Paco Pérez
DOÑA CURIOSIDAD
Me encontraba sentado delante del ordenador y casi decidido a iniciar el camino del catre. Comencé a sopesar esa posibilidad porque me estaba empezando a invadir el aburrimiento, yo afirmaría que estaba muy aburrido. A esa realidad había llegado aquella noche de puñeterísima casualidad y de puro rebote. Como era algo no habitual en mí, de pronto, cambié de opinión y comencé a teclear, mi gran pasión.

Entonces inicié este relato y, por si alguien tuviera en algún momento la osadía de intentar buscarle una ubicación en la inmensidad del tiempo, le informo que estuvo inspirado en un hecho cotidiano que aconteció sólo en la mente de quien tecleaba mientras estaba delante del ordenador. No obstante, es una realidad, que estuvo inspirado en conversaciones reales que en determinados momentos mantuve con muchas personas conocidas sobre las realidades de nuestras vidas.
Hecha esta aclaración digo que todo sucedió un día en el que la luz solar nos había abandonado, ya había atardecido y Mari se subió para charlar conmigo a mi refugio. Estaba sentada a mi lado, hablábamos de temas variados y, cuando los dimos por zanjados, me planteó una pregunta que guardaba relación con la gran obsesión de todas las esposas:
- ¿Qué vamos a cenar esta noche?
Cambiamos impresiones sobre nuestras apetencias personales y, cuando ya habíamos decidido qué nos llevaríamos aquella noche al estómago, me preguntó sin acritud una vez más:
- ¿No te cansas de ordenador?
- Ya sabes que en mis manos es un instrumento que me ayuda a no aburrirme – le contesté con la máxima amabilidad y comprensión.
- No tardes –me respondió y se marchó.
- Ya mismo lo apago, bajo y cenamos –le respondí.
Mientras acababa lo que estaba escribiendo pensé en lo último que habíamos hablado y recordé que este tema lo había hablado con amigos y compañeros porque también lo habían vivido ellos con sus esposas, es decir, es un tema recurrente que se escenifica en esta y en otras muchas casas.
En aquella ocasión no se finiquitó mal y, la verdad, me sentí feliz… ¿Por qué? Porque observé en Mari una disposición comprensiva hacia mi respuesta y yo, como reconocimiento silencioso hacia su actitud, antes de bajar a cenar decidí que esa noche el ordenador se apagaba ya.
Estábamos en la mesa y me habló del programa televisivo que pensaba ver, había anunciada una entrevista a un personaje de la vida pública española. Como lo paso mal con esos programas pues le propuse ver en el ordenador una película que nuestro hijo Luís Ángel nos había grabado en el USB. Ni me confirmó ni me rechazó la propuesta, simplemente, se limitó a no contestar.
Acabada la cena pase al baño para afeitarme y lavarme los dientes, ya veía el programa anunciado. Entonces regresé a mi habitación, enchufé el ordenador, conecté el “pendrive” en la torre, la temática proyectada no me agradó, corté y, después de hacerlo, la realidad vivida me llevó a abrir un documento Word y comencé a redactar este texto.
De pronto mi mente recibió una llamada de atención, fue como si me hablaran, presté atención y el silencio era sepulcral. Iba a reanudar el tecleo y volví a percibir la misma sensación pero entonces comprobé que en mi interior algo desconocido me decía:
- Me tiene intrigada, ha rematado el tema sin aclarar la causa que lo llevó a intentar ver la película.
Entonces, a quien fuera, le planteé la sencilla pregunta que se formula en estas situaciones:
- ¿Quién es usted para entrar en mi vida?
– Me llamo Curiosidad.
- Eso está mejor pero debía de haber empezado usted dándome las buenas noches y, además, haberlo hecho en un tono suave.
- Buenas noches, lleva usted razón, pero no pierda el tiempo dando vueltas a la farola –me respondió con energía.
- Tenga en cuenta que su forma de entrar puede molestar a la persona abordada, tiene que ponerse en mi lugar y en el de los demás.
- Eso le digo yo, póngase en el mío y contésteme rápido, de lo contrario los nervios me jugarán una mala pasada –insistió aumentando el volumen.
- Usted también lleva razón, nadie se muestra comprensivo con quien se nos pone enfrente. La realidad, esa palabra es la que le ha causado a usted su ansiedad. Señora Curiosidad… ¿Me equivoco?
- Exactamente, esa palabreja ha sido porque la dejó aislada y flotando en el aire, la verdad, no le veo su verdadero sentido.
- Mi ordenador tiene una realidad que nos llevaría a otra realidad y ésta a otra. Hoy le explicaré la que le interesa.
- Sííííííííí, no demore más su aclaración, por favor.
- Hace unos meses me compré un ordenador y el vendedor me engañó… ¿Comprende ya algo más?
- Ahora sí que estoy hecha un lío más gordo.
- Ese señor me engañó porque me puso un sistema operativo no original.
- Si para explicarme “REALIDAD” me mete este lío ¿qué hubiera ocurrido si decide explicarme la “REALIDAD” de la “REALIDAD” de la “REALIDAD”?
- ¡¡¡No vi la realidad que me colocó!!!
Hablando en español, que no podemos ver siempre las cosas que nos presentan con la realidad que necesitamos a veces. Ver una película en la TV, por ejemplo.
- ¿Por qué no? –siguió preguntando.
– Porque otro familiar desea ver otro programa, por ejemplo.
- ¿Y todo ese lío para esta cosa tan sencilla?
- Porque usted no ha tenido paciencia doña Curiosidad.
- Cuénteme ya las otras realidades.
- Mañana, esta noche me voy a la cama ya, es muy tarde.
- Que descanse usted, señor Paco.
- Igualmente, señora… ¡¡¡Un momento!!!
- ¿Qué tripa se le ha roto a usted ahora? –me volvió a preguntar.
- ¿Quién le ha dicho a usted que me llamo Paco? – le pregunté muy intrigado.

– El misterio de esa REALIDAD se la responderé a usted mañana, ahora ya es muy tarde, esa es también una REALIDAD y lleva usted razón. 

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