jueves, 12 de enero de 2017

EL SERVICIO A LA PATRIA

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo II
BREVES APUNTES HISTÓRICOS
Y EXPERIENCIAS REALES
Entre 1895 y 1898 España movilizó de nuevo a sus tropas con motivo de la Guerra de Cuba, lo hicieron con reemplazos que ya estaban licenciados y también se llamaron a otros que eran excedentes de cupo. Con esta injusticia se activó de nuevo el tema de las “redenciones” mediante los pagos en metálico y el número de quienes lo solicitaron para no ir a Cuba se multiplicó.
En esta guerra hubo varios villargordeños y uno de ellos fue el abuelo de Francisco y José Bergillos “El Albañil”. Como se hablaba en el pueblo de ello y se aportaba muy poca información pues mostré interés en llegar hasta esos personajes históricos y para ello me dirigí, por separado, a sus nietos.

Ninguno pudo aportarme datos relevantes pues ambos no recordaban nada. Sólo me dijo algo Francisco y lo único que me pudo aportar fue que por haber estado combatiendo allí, al regresar, le pusieron como apodo “El Habanero”. Indagando entre algunos mayores del pueblo sobre el origen de ese apodo pues dijeron haber escuchado que a su regreso contaba cosas de cuando estuvo allí y que visitó la ciudad de La Habana. Tal vez, como debió de contarlo en más de una ocasión, pues todos sabemos lo aficionados que somos los villargordeños a poner “motes” y para hacerlo nos agarramos a detalles normales, como pudo haber sido estar en esa ciudad cubana y comentarlo.
Durante nuestra Guerra Civil también fueron movilizadas muchísimas quintas con carácter forzoso en los dos bandos; la “Quinta del Biberón”, sus componentes tenían entre 16 y 18 años y la “Quinta del saco”, ésta estuvo integrada por personas mayores hasta una edad tope de 40 años. Mi padre fue reclutado por el ejército republicano como integrante de la primera “quinta” y estuvo en el frente que hubo por Castillo de Locubín (Jaén) y otros lugares limítrofes. Acabada la contienda, los soldados fueron informados por sus mandos de que se encaminaran hacia sus pueblos.
Iba, en compañía de otros jóvenes compañeros, por un camino para llegar hasta un núcleo urbano e intentar desde allí regresar a Villargordo, estaban muy contentos porque regresaban a casa, pasó junto a ellos un camión militar, se detuvo y los invitó a subir. Lo hicieron encantados porque se sentían cansados, el gesto les gustó y les agradecieron que pararan y los subieran al cajón. Ellos eran muy jóvenes, no sospecharon nada y la siguiente parada que hicieron fue al llegar a un “Campo de Concentración” que habían montado las tropas de Franco en una playa de Torremolinos (Málaga), allí permaneció preso mi padre durante tres meses, por si no había pasado bastante hambre y calamidades en la contienda.
¿Qué había hecho él para que lo trataran así?
Ser un español que por culpa de los políticos de entonces tuvo que sufrir el enfrentamiento entre las dos bandos y que, obedeciendo a la República, fue incorporado al frente por la Ley que había entonces.
Cuando llegaron al pueblo las noticias, mi abuelo se movió para averiguar qué tenía que hacer, reunió los papeles que se necesitaban para sacarlo de allí, viajó hasta Málaga con ellos y se personó en el “Campo de Concentración” con la documentación que le permitió rescatarlo. Cuando comprobaron que todo estaba en regla lo llamaron por la megafonía del recinto pero él ya estaba muy deteriorado y no respondió a la llamada porque ya estaba a punto de iniciar el viaje hacia el cielo, tuvo la suerte de que un amigo de presidio fue quien lo buscó y lo llevo hasta la recepción abrazados porque no se sostenía en pie. Como estaba muy deteriorado y no podía viajar, se alojaron en una pensión durante unos días para que se recuperara.
Restablecida la paz su reemplazo fue reclutado de nuevo y tuvo que volver a vestirse de militar, en esta ocasión para hacer el Servicio Militar Obligatorio en Cádiz… ¡¡¡Menuda barbaridad!!!  
La “mili”, con la Ley de 8 de Agosto de 1940 se hizo más justa para todos y ya duraba dos años. Después se fue rebajando la temporalidad  poco a poco e introduciendo otras novedades, por ejemplo, los hijos de viuda o los que mantenían el sustento familiar quedaban exentos y también hubo un tratamiento especial para los que trabajaban en la minería, la energía eléctrica... Los estudiantes podían pedir prórrogas para la incorporación por estudios, yo disfruté de esa normativa porque tenía pendiente la “oposición”  y solicité dos años de prórroga por estudios pero, como la aprobé en junio de 1970 y me tenía que incorporar en octubre pues comuniqué a las autoridades militares mi deseo de incorporarme de inmediato al no necesitar la prórroga, aceptaron mis argumentos y me informaron de que lo haría en el siguiente reemplazo, en enero.
Los estudiantes también podían servir mediante la Milicia Universitaria, este formato de “mili” duraba varios años y la realizaban en dos períodos de tres meses de “Campamentos y Academias”, quienes la hacían podían obtener al finalizarlos la graduación de sargento o alférez y, por último, hacían 6 meses de prácticas en un cuartel.
La última regulación estuvo recogida en la promulgación de la Ley 55/1968, cuyo título era “Ley General del Servicio Militar”. Con ella se pasó a servir durante 16 meses si eras de reemplazo y, si te incorporabas como voluntario, eran 20 meses. Éstos tenían la ventaja de elegir dónde hacerla.
Con la aparición de los movimientos de pacifistas e insumisos se fueron promulgando leyes de exención de diversos tipos, como la Ley de Objeción de Conciencia, en el B. O. de las Cortes del 1 de diciembre de 1983, Prestación Social sustitutoria...
Hay que hacer constar que durante la “mili” también hubo cosas buenas para algunos pues se hizo un esfuerzo por sacar del analfabetismo a los soldados que lo necesitaban y de ello puedo dar fe porque les daba clase, como es lógico obligado por la ley y en horario de descanso, luego el esfuerzo lo hacíamos los maestros. También se daba, a quienes lo pedían, la oportunidad de aprender algunos oficios.
Finalmente, fue José María Aznar López, el 9 de marzo de 2001, quien acabó con esta obligación mediante la promulgación del Real Decreto que puso fin a una obligación en la que, durante 231 años, millones de españoles cumplieron con ese deber en periodos de paz o de guerra.
Ahora tenemos ejército profesional y, bajo mi punto de vista, esa es la mejor respuesta a las necesidades militares de una comunidad.


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