sábado, 28 de abril de 2018

LAS LLAMAS DE LOS TRONCOS


Colaboración de José Martínez Ramírez
I

Le digo, mientras me abraza,
que mire atentamente el cristal.
Las llamas de los troncos del encinal
cambian de color y se apelmazan
entre las lágrimas del umbral,
de la lluvia que resbala, es genial,
el calor de la manta que nos tapa.

En el porche, un atrevido zorzal
canta su amor descarado y nupcial,
tan lejos de la condición humana.
El silencio de esta mañana puntual
y, de fondo, el recuerdo sensual,
mientras nos calienta la llama
que consume la madera del encinal.
Se mecen unos cipreses como un juncal
en un horizonte de tibias terrazas,
de tejas, antenas y agua pluvial.
Ella se levanta sobre sus piernas de nogal
y le trae a mis labios, muy descalza,
una copa de Tondonia y, como aval,
me la pone en la boca a modo de bozal.

Los labios comparten como una sangraza
en la placentera mañana de Bedmar.
Nada de todo lo que cuento es verdad,
cuando digo que en mis dedos adelgaza
su pelo y que sólo veo pétalos de rosal,
es por el vino que bebo de origen feudal
y que luego después viene con rebajas.


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